domingo, 11 de diciembre de 2016

Amplitud semántica

He dudado la elección de este título: ¿Amplitud? ¿Reducción?

¡Que decidan ellos!

8 de diciembre, fiesta nacional, 15:30 horas aproximadamente, la comida en la mesa, la televisión encendida, en pantalla Antena 3 y en emisión el telediario, el final del telediario. La presentadora informó «a continuación, los deportes» y acto seguido, la imagen de un jamón sobre su jamonero y una voz neutra comunicando que no sé que marca -de verdad que no me acuerdo- «patrocina el deporte».

Inmediatamente me dije: «eso está mal expresado», y a continuación me añadí: «o no. Vamos a verlo».

Me limité a ver y a escuchar, sin decirme nada más hasta que volvió a aparecer el mismo anuncio con un único cambio: la sustitución de «patrocina» por «ha patrocinado», tiempo que emplearon en hablar exclusivamente de fútbol.

No tengo reparos en admitir errores personales cuando las circunstancias los ponen de manifiesto de forma tan convincente, así que les di la razón. Sin ninguna duda, aquella marca (de cuyo nombre de verdad no me acuerdo), había patrocinado el deporte. A cambio, habían reducido todo el amplísimo campo semántico, denotativo y connotativo del plural «deportes» al fútbol.

Luego siguieron con los recortes e identificaron  «fútbol» con «Real Madrid» y «Cristiano Ronaldo». El día anterior no había jugado el Barça.

He de admitir que estos últimos pensamientos fueron en realidad una venganza, una manera de admitir que no en todo el anuncio tenía razón. 

lunes, 24 de octubre de 2016

De vuelta


Los árboles, el camino, el charco y algunos valientes. (Llovía)

Titulares nada ecuánimes del 23 de octubre: seguiremos comiendo PP con patatas, España es un país viejo y lleno de viejos, perdón, de personas mayores, el Estudiantes ha perdido con el Real Madrid, Jorge no sé si lo sabe, y la ecuanimidad de los periodistas deportivos ¿sólo? hay que buscarla con microscopio electrónico, de los programas más vistos en televisión durante las semana ninguno tuvo el privilegio de tenerme por espectadora, mi ordenador va a pedales desde ayer, y por mi coco pululan ideas sin pensamientos, motivo principal de las ausencias últimas por estos senderos.

Eso, un cierto caos organizativo y una vagancia segura para decidirme a escribir o a pensar.

Hablaba de titulares y me olvidaba de incluir en ellos que la lluvia, tan deseada por ausente, no ha llovido esta vez a nuestro gusto.

Con la intención puesta en un agradable paseo otoñal de temperaturas agradables y buenas compañías, habíamos quedado a las ocho y media de la mañana, pero a esa hora llovía. Porque llovía y porque teníamos cita previa confirmada en el restaurante, pospusimos la salida para las once; llegadas las once en las mismas circunstancias lo dejamos para las doce.

Finalmente partimos  y tras una hora de trabajo ininterrumpido de los limpiaparabrisas llegamos a un bar, donde tomamos el aperitivo y desde donde nos fuimos a comer.  Durante la comida escampó.

Después nos decidimos por fin a darle al tacón, pensando que acaso el agua respetaría nuestro caminar a pesar de los nubarrones negros y bajos que ocupaban todo el espacio a su disposición, pero no se dio la circunstancia. Tras poco más de cincuenta metros, llegados al río, desistimos.

Desistimos de continuar, con el propósito de volver en circunstancias más favorables. El lugar lo  merece.

Nosotros también.

martes, 19 de julio de 2016

Noche de julio

Para Mercedes, que comparte conmigo el placer de contemplar lunas.
Yo espero que con este regalo interesado me perdone el olvido de su cumpleaños.

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En un intento baldío por refrescar la noche miro la luna, llena, laborando su camino.

Veo la luz,
y las sombras.

Conocemos su ciencia,
seguiremos ignorando sus misterios.

lunes, 18 de julio de 2016

El mundo camina demasiado rápido para mi edad

Trump nombra a un ultraconservador como candidato a vicepresidente en las próximas elecciones (previsible).

La nueva primera ministra británica, ganadora del Brexit y después de él, coloca en los ministerios importantes a los candidatos más antieuropeos como encargados de la liquidación. Las noticias nos informan de ello y de que su gabinete incluye ocho mujeres (más ella).

En Dallas un individuo (uno más) decide pasar a la Historia liándose a tiros con los incautos que en un determinado momento se cruzan con él.

En España, elementos irracionales se sirven de la valentía cobarde del anonimato (al menos eso creen) para insultar a quien no puede defenderse y alegrarse de su muerte invocando una causa noble que desacreditan.

La gente se vuelve loca buscando un muñeco amarillo que ha mandado las acciones de Nintendo a la estratosfera, y participando en un juego hiperreal de cuyo nivel adictivo la OCU ya ha advertido.

Un atentado multitudinario en Bagdag. Dos más en Arabia. Uno que añadir en el aeropuerto de Estambul. Y el último, sólo de momento me temo, en Niza. Todos con su reguero de muertos, de heridos, de cuerpos mutilados, de enfermos crónicos de ausencias y de miedos.

Luego, flores, velas, rezos, palabras y dibujos como pobres expresiones de la impotencia y el absurdo.

Una lee este remix de noticias y piensa en sus hijos que están lejos, pero bien.

Después, de enlace en enlace, tiene la sensación de que las palabras se quedan en algún lugar de su corteza cerebral, sin que consiga integrarlas en un todo ni dar sentido a la información.

Está convencida de que alguien es viejo cuando no consigue integrar las novedades en sus esquemas mentales previos, y desde esta perspectiva cree ser Matusalen; pero también opina que se es joven mientras se conserve la capacidad de sorprenderse, y visto así se siente niña cual su sobrina.

El problema es que en la actualidad las sorpresas son tan continuadas que su capacidad de reacción no está a la altura de las circunstancias, y la poca capacidad de asimilación que aún pudiera restarle menos todavía.

Intentando encontrar un equilibrio que le deje a la vez en la realidad del momento y en el momento cronológico que por edad le corresponde, sigue leyendo hasta encontrar cualquier cosa que pueda contarle la misma realidad de distinta manera.

Tal le pasó el viernes por la noche cuando en un vídeo de La Repubblica se dio de morros con una foto válida por más de mil palabras que le evocó al instante el dolor, la ternura y la impotencia contenidos en La nieta del señor Linh, por cierto, de autor francés.



Siguió brujeleando y sin tardar encontró un dibujo-homenaje a dicha imagen, que sin duda hubiese captado mucho menos su atención si hubiese desconocido el origen de su génesis.


Antes de apagar el ordenador, leyó sobre un intento de golpe de estado en Turquía y le envió un mensaje a su hijo. A la mañana siguiente, oyó en la radio que en el puente del Bósforo, cuando el fracaso de la asonada era una nueva realidad, alguien había gritado «Alá es grande».

Y pensó que sí.

Alá es grande y Dios todopoderoso, pero ambos pasan de nuestros asuntos.

martes, 21 de junio de 2016

Adiós a la infancia

Memorable e instructivo. Las dos palabras definen mi último viaje en el que encontré a la misma Bruselas y a otro Guillermo.

El jueves a las 19:00 horas el avión despegó con cuarenta minutos de retraso y tras un vuelo tranquilo y cómodo con los dos asientos de al lado vacíos, aterricé en Charloroi, encontré el autobús a la primera, subí sin necesidad de hablar con nadie y llegué a mi destino sobre las once menos cuarto y aún con luz natural.

Allí nos encontramos.

Tras una ensalada sin pan pero con cerveza, que para eso estábamos en Bélgica, fuimos a una terracita estupenda, en una plaza estupenda, situada al lado de la casa que ha sido su casa durante este último curso.

Y hablamos, de nuestras cosas.

El viernes era un día especial, me caía uno más. Empezamos desayunando en uno de los múltiples bares de la misma plaza.

Mientras Guillermo me iba contando cosas de la idiosincrasia de la ciudad y de sus gentes sólo conocidas por quién ha vivido la ciudad, pateamos diferentes barrios, subimos a un mirador, entramos en el Palacio de Justicia, nos cruzamos con dos togados, recorrimos el área de los palacios, los museos y el parque en dónde ya habíamos estado la otra vez.

La Grand Place (Bruselas) 17 de junio de 2016

Tras el paso obligatorio por la Grand Place que a diferencia de la otra vez tenía todas las fachadas descubiertas y lucía esplendorosa, y la visita al Manneken Pis sin disfraz, por los alrededores de los edificios neoclásicos de la bolsa y la ópera, callejeando llegamos al lugar que había elegido para invitarme a comer.

En un sitio en el que se come de pie y al aire libre, el menú consistió en una buenísima sopa de pescado, dos platos de peces diferentes que terminaron enfriándose de la misma manera y dos copas de prosecco, vino que yo desconocía a pesar de mis filias italianas, una prueba más de que nada es perfecto.

Para descansar me condujo a un callejón ocupado enteramente por un bar enorme de varios pisos, el Delirium tremens, que pasa por ser el que mayor variedad de cervezas tiene en la carta, y por lo visto bastante conocido, al menos por los guías turísticos, porque el lunes oí a una que hablaba de él a sus escuchantes.

Cuando empezó a llover nos dimos cuenta de que nos protegía una sombrilla; como estábamos a gusto, nos faltaba el paraguas y al movernos nos mojaríamos, pedimos otra cerveza.

Y hablamos, de gramática, de la RAE, de nuestro idioma y de los idiomas.

Por supuesto fuimos a la zona europea, esa en la que se toman las decisiones que acaban incidiendo en nuestras vidas, al exterior del edificio de la Comisión, que no me gustó, y del Parlamento, más de acuerdo con mis ignorantes gustos arquitectónicos. Guillermo me enseñó su universidad.

Volvimos a casa en el metro y de camino pasamos por el súper y compramos el pan y una botella de vino con el abridor correspondiente, para acompañar la tortilla de patatas que Guillermo cocinaría.

Salimos después a la misma plaza vecina, de la que no puedo decir el nombre porque no me lo he aprendido.

Y hablamos, de nuestras cosas.

Nos acostamos.

Y seguimos hablando de nuestras cosas.

El sábado la climatología hizo honor al lugar descargando una nube cada poco tiempo. Fue el día de Lovaina, a veinte minutos en tren y situada en la zona flamenca del país, una bonita ciudad con biblioteca y universidad famosas y con una preciosa plaza donde se ubican el ayuntamiento y la catedral. 
 
Ayuntamiento de Lovaina. 18 de junio de 2016

Allí empezamos tomando un café que terminó juntándose con la comida por la lluvia.

Y hablamos, de nuestras cosas.

Cuando por fin decidimos movernos, nos mojamos. Nos resguardamos en la catedral, único sitio disponible y cercano. Tras la enésima escampada, dimos una vuelta, encontramos una plaza con un ambiente tremendo de gente, pantallas gigantes y algunos militares, porque jugaba Bélgica la Eurocopa. Nos regalaron una especie de pintalabios con los colores de la bandera belga, que me pinté en la muñeca.

Buscamos un lugar más tranquilo, nos sentamos, me pedí el enésimo café.

Y hablamos, de la familia, y de cosas suyas y mías.

Con el caer de la tarde, Guillermo se fue a una fiesta y yo me quedé mirando pasar el tiempo mientras leía el periódico.

El domingo la lluvia dio una tregua. En un mercadillo buscamos el pan, que compramos, y espinacas, que no compramos. Después de tomar una cerveza, y hablar, comimos en casa.

Invertimos dos horas de nuestro tiempo en llegar a Dinant, al Sureste de Bruselas, cuna del inventor del saxofón y  ciudad preciosa entre riscos y árboles, a orillas del Mosa. Entré a la catedral, mas a pesar de mi buena disposición para subir los miles de escaleras que conducen a la ciudadela, no pudimos acceder ni pasear por sus murallas. Habían cerrado a las seis.

Dinant. 19 de junio de 2016

Puente sobre el Mosa. Dinant. 19 de junio de 2016


 Paseamos, y llegados al río nos sentamos en una plataforma de madera en la orilla disfrutando los rayos de sol que la tarde nos regalaba.

Y hablamos, de nuestras cosas, de las cosas.

De vuelta calculamos mal el tiempo, nos faltaron dos minutos. Teníamos que esperar una hora, así que buscamos una terraza.

Y hablamos, no recuerdo de qué, del più e del meno, credo.

Cuando al fin subimos al tren, cómodamente sentada en el medio de transporte que más me gusta, contemplando el exuberante paisaje arbóreo, las rocas que dejaban ver de vez en cuando, y el Mosa paralelo a la vía, pensaba en la belleza.

El lunes amaneció un día de perros, de lluvia y viento. Volvimos, andando, al centro, a la Grand Place y al Manneken Pis que tampoco estaba disfrazado, compré bombones, paseamos hasta casa. Alternábamos el camino y las paradas con la charla, de política, de historia, del país, de psicología, otra vez de la lengua…

Antes de subir por última vez los cuatro pisos, altos y sin ascensor, brindamos con la última cerveza de mi estancia.

Y hablamos, de las cosas de Guillermo y de las mías. Fue la charla que más me gustó.

Muralla antigua. Bruselas. 20 de junio de 2016

Después me acompañó al autobús y nos despedimos. Yo subí, él se fue.

En el viaje de vuelta, tranquilo pero con menos espacio a mi disposición, sentada en la ventanilla justo detrás del ala, entre una capa blanca uniforme, sin referencias de movimiento externo, y con la sensación de que el avión permanecía suspendido en medio de ningún lugar, yo pensaba en una habitación vacía.

Las nubes quedaron detrás de los Pirineos y yo volví a pisar tierra a las 20:30. Madrid me esperaba con 30 grados.

viernes, 10 de junio de 2016

Por decir algo

Cambio del calendario escolar en Cantabria.

Según cuentan en Yahoo (fuente poco fiable), el nuevo calendario «fija una semana de vacaciones tras dos meses lectivos» y la decisión «no se ha adoptado "tras tomar un café", si no después "de muchos estudios"». Nótese que la falta de ortografía es suya.

Después aclara que «ha sido aprobado por unanimidad por una Mesa Sectorial de Educación, que está conformada por la administración y los sindicatos con representación en la educación cántabra».

Los niños, pobrecitos, poco pueden decir. A los padres según parece nadie los preguntó; el artículo solo informa de que «sobre las críticas de la Federación de Padres y Madres de Alumnos (Fapa) de Cantabria a ese calendario, Revilla ha recordado que él es padre y está de acuerdo con esa modificación».

He dicho.

En El País del 9 de junio aparecía un resumen, grosso modo, del calendario escolar en otros países europeos y contraviniendo mi costumbre he leído los comentarios de otros lectores.

38 en total para todos los gustos, a favor, en contra, con o sin justificación, uno que se explayaba sobre fraudes y amnistías fiscales y dos que me permito copiar. 1. «Quizas la buena educación deberia empezar porque los padres pasen mas tiempo con sus hijos : pero claro, eso para muchos es peor que pasar horas en la oficina.....». 2. «Ahora comienza el egoísmo de los padres. Ja ja.»

A los profesores una única mención sobre la importancia de aumentar o profundizar en su preparación.

Es muy curioso este nuestro país, en el que no existen ni buenos padres ni malos profesores, lo que nos plantea una duda ¿cómo adjetivamos en cada una de estas facetas a los miles de ciudadanos que forman la intersección de los dos conjuntos, padres y profesores? Y, sobre todo, ¿cómo se adjetivan ellos?

Pirateadas y puestas a la venta más de 32 millones de claves de Twitter. (El País, 9 de junio).

32 millones son muchos millones. Por comparar un poco he buscado en el Instituto Nacional de Estadística

Los últimos datos definitivos de población española corresponden al uno de enero de 2015, y en esa fecha, oficialmente, éramos 46 512 199 habitantes (62 634 menos que un año antes, por cierto).

Si cada españolito tuviese una cuenta en Twitter (todos todos, desde los que acabasen de aterrizar por aquí hasta los que estuviesen a punto de cambiar de barrio) y por una broma o acuerdo de los hackers (pongamos) sólo hubiesen robado contraseñas de nuestra nacionalidad, estarían socialmente seguros 14 millones y medio de nuestros conciudadanos más o menos, lo que bien pensado podría darnos la oportunidad de un nuevo juego de adivinanzas cuando en el metro en hora punta mirásemos al de al lado preguntándonos si a aquel pringui le habrían robado la contraseña o habría tenido la potra de salvarse.

Una mujer quema viva a su hija en Pakistán por elegir ella misma a su marido.

Vuelvo a Yahoo. Y se nota, que ya el título se las trae. Leyéndolo caben todas las posibilidades combinatorias: que la mad re eligiera al marido propio o al de la hija; o bien que fuese la hija quien seleccionase, a su partenaire o al de su mamá.

Desde el principio se desvela la autora del crimen (sentido literal), y después se esclarece (más o menos) el crimen (sentido metafórico) cometido por la víctima de dieciséis años: haber tenido la osadía de elegir marido (para sí misma) por sí misma.

A continuación el artículo menciona otras dos aberraciones del mismo tipo y con idéntico resultado, colectivas y recientes. Una muchacha (diecinueve años) salió respondona y se negó a contraer santo matrimonio con el pretendiente elegido para ella pero no por ella; otra había ayudado a una amiga a huir con una persona de sexo masculino (haced siempre el bien, creo que se dice en algún lugar de la Biblia, aunque el problema -como siempre- sea la convergencia –o no- de bondad y oportunidad).

La interiorización (y transmisión) por la madre de valores sociales que los dos grupos interesados de energúmenos ejemplifican, condujeron en todos los casos al asesinato sin castigo.

Al asesinato sin castigo de tres mujeres. Como muestra de la realidad no está mal.

Mercedes Milá te quiere convencer de que leas (otra vez El País, 8 de junio)

El titular, ni fu ni fa. Lo interesante llega en el siguiente párrafo: «La periodista prepara el programa 'Convénzeme' para el canal Be Mad».

Be Mad. Así, en inglés, que mola más, porque algo tienen que hacer los propietarios de las cadenas para imponerse a la competencia (aunque la competencia sean ellos), y venderse a telespectadores dispersos entre tanto canal que nadie ve, entre temáticos, generalistas, nacionales, autonómicos, regionales, locales, digitales, de pago, por cable, por satélite, a la carta, y algún tipo más que seguro se me escapa.

Be Mad.

Aunque no nos enteremos salvo si somos ingleses o hablamos el inglés, según Word Reference con estas palabras pueden estarnos diciendo: sé loco, histérico, tonto, desesperado, rabioso; es decir, nos están invitando a ser todas esas cosas. Si a la vez o de una a una lo dejan a nuestra elección, dependerá del día.

Convénzeme’. Un programa que tratará sobre libros y lecturas titulado con falta de ortografía. ¡Ole! ¡ole! y ¡ole!

Sin duda lo han hecho a conciencia porque le han puesto el acento. Y pensándolo bien, si hubiesen ideado un programa de título correcto es muy posible que yo no me hubiese interesado por el artículo.

Y más probable aún que tampoco existiese esta entrada.

domingo, 29 de mayo de 2016

Perspectivas

He intentado huir del fútbol pero el tiempo no me ha sido favorable: llovía.
Me he inventado entonces un plan B sobre lo marcha: leer los artículos más ligeros que tengo pendientes en los favoritos del navegador y eliminarlos (que es lo que más me gusta) después. Así he llegado a una lectura sobre pelos.
Con el título en principio explícito de «En defensa del pelo rizado», la publicación comenta de modas, pelos y oportunidades, de sociología, modelos y discriminación, de marcas, dinero y oportunidades.
Habla de más cosas, pero no habla de mí.
Mi pelo es rizado (muy rizado) y abundante (muy abundante, antes más) y nunca sentí que perdiera la oportunidad laboral de mi vida por ello (tal vez porque me acomodé demasiado pronto y no hubo opciones), tampoco me sentí discriminada (por ello).
Sólo me sentí fea.
Pasé mis primeros años con el pelo corto. Después, en el periodo en el que se construye la autoimagen que quedará para los restos, transité por la última infancia y la adolescencia en un mundo de poca gente y de nula variedad entre porqué no te cortas el pelo y cuando te peinas o viceversa de los adultos, de algunos adultos, siempre de los mismos.
Supongo que para muchas crías eso habría sido ni fu ni fa. No fue mi caso, aunque por fortuna con el tiempo las cosas cambiaron.
Cuando mi círculo social se amplió los mensajes de vuelta dejaron de tener un único significado, y un día descubrí que mi pelo era cómodo, luego que tenía ciertas ventajas. Después, que me gustaba.
Esa fue mi venganza, pero no el final de la historia.
Porque mis hijos (los dos) no se creen el cambio producido en mi percepción de mi realidad subjetiva y ante el mínimo comentario de mi persona hacia sus (respectivos) apéndices pilosos capilares, tienen una respuesta comodín: «yo no tengo la culpa de que tú tengas un trauma con tu pelo».
Bueno, la tenían (la respuesta) porque ya no les hago comentarios sobre el tema.


miércoles, 11 de mayo de 2016

Los molinos. El molino. Mi molino

Hoy he echado de menos a mi padre.

Escuchando las canciones con las que siempre lo recuerdo hoy lo he echado de menos; a él y a tantas cosas perdidas con el pasado.

Después he rescatado un texto.

Si obviamos el corto y pego, convendremos en que las palabras escritas tienen la virtud de la permanencia, aunque ello no implique significado único. El transcurso del tiempo, los volátiles estados de ánimo o nuevas experiencias cambiarán las implicaciones del mismo texto leído o releído.

El rescate que ahora presento lo escribí como un ejercicio para el curso que frecuenté en 2014. Su título completo era Escritura y autoconocimiento. Lo impartía un psiquiatra.

Al leerlo en clase tuve una fuerte sensación de que al profesor le desconcertaba la última frase, pero se quedó sólo en eso, en una sensación, porque él nunca nos daba las respuestas. Como buen psiquiatra, nos mostraba caminos por los que indagar.

Su reacción me condujo a su vez a preguntarme si me había pasado; cuando escribo transito siempre entre la amplitud de la polisemia y los límites de la autocensura. Pedí opinión a dos personas: a una le parecía un final estupendo y la otra convino en que sí era excesivo. Tampoco aquello aclaraba nada, por lo que puse el texto a dormir en una carpeta virtual.

Hasta hoy. He vuelto a leerlo  y he decidido publicarlo como en su momento lo escribí.

Va por ti, Orejas.

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Ya no existen los molinos, no en el sentido originario de la palabra; si acaso algunos quedan vacíos de contenido, esparcidos por La Mancha como recuerdo de otros tiempos; o quizás podamos encontrar  restos de sus aparejos y de su arquitectura en hoteles y casas rurales reconvertidos, que nos ofrecen descanso y el intento inútil de recuperación de una parte del mundo que se fue.

Aquellos viejos molinos tenían el infinito en el movimiento sin traslación de las aspas y de las muelas, en los círculos de sus giros empujados por el aire o el agua.

En mi familia siempre existió El Molino, así, con un artículo determinado que lo personalizaba. Y sobre él he construido mi molino,  con los cimientos de certezas imaginadas, porque el verdadero se hundió en épocas que no abarcan mis recuerdos más allá de piedras caídas, y de zarzas que nos pinchaban las piernas mientras jugábamos y recogíamos las  avellanas.

Sólo a través de memorias ajenas he sabido que yo sí pasé algunas noches y días de mi primerísima infancia entre trigo, harina y enseres de la molienda, entre los múltiples tíos y primos de una familia numerosa. Una de las pocas verdades reconvertidas por las que me sentí diferente, única y privilegiada.

También a través de recuerdos de otros he conocido el aislamiento de la vida en un lugar situado en medio de ningún sitio, he imaginado las complicaciones cotidianas cuando el río se desbordaba, he mitificado el largo camino necesario para llegar a cualquier lugar, he absorbido la miseria y las miserias, los egoísmos y los heroísmos de gente anónima en los difíciles tiempos de una guerra no vivida.

Por todo mi recorrido puedo rescatar recuerdos de El Molino.

Y de mi molino, que es añoranza de infancia y de inocencia, y una penúltima tarde de verano y charla tranquila a la sombra de un patio con punzante consciencia del fin.

Mi molino es el ruido de fondo de mi vida, nostalgia y cimientos, otras vidas hechas propias, viejas fotografías que pierden colores y ganan intensidad.

Mi molino es mi padre.

domingo, 1 de mayo de 2016

Día de...

Mi madre son sólo recuerdos.

Mis hijos partieron hacia miles de kilómetros en direcciones opuestas.

Feliz día Día del Corte Inglés.


lunes, 25 de abril de 2016

¿Qué leemos?

Han pasado dos meses largos sin añadir una sola palabra a este cuaderno.

No es por falta de ideas. Tengo muchas, y si acaso me faltaran  sería suficiente con mirar las noticias o leer el periódico para encontrar tema de comentarios. Sin ir más lejos, hoy se me han ocurrido unos cuantos.

Los motivos son otros. Dispersión de pensamientos, pobreza en la concentración, dudas sobre la oportunidad y falta de decisión.

No obstante, durante este tiempo de lejanía alguien ha manifestado añoranza por mi ausencia en Superando el miedo escénico. Creo saber quién se esconde detrás del Anónimo, pero no lo preguntaré porque la duda tiñe sus palabras de un misterio que no deseo desvelar.

 Eso sí, esta ruptura de la racha va por ti.

Hay un libro de Hannah Arendt, Eichmann en Jerusalén, cuyo subtítulo, más conocido y sobre todo mucho más citado,  ha quedado por sí solo como una definición moral de algunas actitudes, y dado que se ha cruzado reiteradamente conmigo en las últimas lecturas, creo llegado el momento de conocer lo que La banalidad del mal esconde .

A tal fin he entrado en el catálogo de bibliotecas de la Comunidad de Madrid buscándolo. Sólo estaba en dos de ellas y ambas me quedan lejos, pero como a menudo sucede en estos casos, he descubierto dos secciones en la página que han llamado mi atención: «Más valorados» y «Más comentados». Una vez abierta la veda, he curioseado por ambas.

Evidentemente, no he ido uno a uno; pero en un vistazo superficial, entre los más valorados figuraban  algunos poemarios y literatura infantil y juvenil: La vuelta al mundo en 80 días,  El flautista de Hemlín, dos títulos de la serie «El capitán Calzoncillos» y dos de Harry Potter. Añadiré que los demás me son desconocidos.

Mi conocimiento de los más comentados ha resultado ser superior; he leído algunos y conozco al menos de título otros más.

Si bien es imposible saber el importante dato de la valoración halagüeña o negativa de los comentarios, dado que no figuran, este es el pódium de los vencedores:

  • Tercer puesto para un título morboso y descriptivo. Nacho Vidal: confesiones de una estrella del porno.
  • Segundo, para uno sugerente. Querido Caín.
  • Primero, adivina, adivinanza, Cincuenta sombras de Grey.
No hay lista con los libros más leídos.



viernes, 12 de febrero de 2016

Superando el miedo escénico

El pasado sábado se casó María. He de decir que también se casó Marco, pero en mi caso eso era un bien colateral.

Yo había dedicado la últimísima hora de la noche anterior a buscar algún poema y encontré este de autor ignoto. Me pareció que se compadecía más o menos bien con la ocasión y con mis sentimientos.

No moriré del todo amiga mía
No moriré del todo, amiga mía,
mientras viva en tu alma mi recuerdo.
Un verso, una palabra, una sonrisa,
te dirán claramente que no he muerto.

Volveré con las tardes silenciosas,
con la estrella que brilla para ti,
con la brisa que nace entre las hojas,
con la fuente que sueña en el jardín.

Volveré con el piano que solloza
las nocturnas escalas de Chopin;
con la lenta agonía de las cosas
que no saben morir.

Con todo lo romántico, que inmola
este mundo cruel que me destroza.
A tu lado estaré cuando estés sola,
como una sombra más junto a tu sombra.
Rodolfo Tallón

Busqué, y no encontré, información sobre el autor.

A la mañana siguiente, cuarto de hora antes de salir para la boda, le pregunté a Jorge su opinión. Me contestó que no le convencía; le respondí que era un poema de amistad y que al fin y al cabo, aunque este era un evento de dos, mi amiga era María; añadió que el autor era un hombre que escribía a una mujer, lo que según su criterio cambiaba la perspectiva y hacía surgir las dudas; sin más argumentos de defensa volví a mostrar mi desacuerdo. Tal vez para intentar convencerme, y seguro intentando ayudarme, sugirió que buscase en YouTube Por qué cantamos, recitada por Mario Benedetti.

Lo buscamos, lo encontramos y sobre la marcha decidí que tenía razón. Este es el enlace, y vale la pena escucharlo.

Yo sin practicar hice lo que pude.


miércoles, 10 de febrero de 2016

Buenas noches

Esta noche mientras yo duerma Jorge se alejará persiguiendo un sueño.

Esta noche él será un punto entre la inmensidad de las estrellas y la profundidad del Atlántico.

Mañana será una añoranza.

Mañana parecerá un día cualquiera.

lunes, 1 de febrero de 2016

Epílogo

Mañana se cumplirá una semana desde nuestro retorno de Berlín. Ese es el tiempo que he dejado pasar mientras pensaba que quería escribir esta entrada de cierre sin decirme a ponerme a ello.

Hasta ahora.

Una vez rellena la casilla, queda el reposo de la experiencia, subsanar aquí omisiones y posibles olvidos y cerrar la narración de la historia para no resultar pesada.

Al final encontramos el momento de pasear entre el Memorial del Holocausto. Impresiona. E intimida.

En la visita guiada nos habían contado que preguntado el autor, Peter Eisenman, en una entrevista, sobre el significado de esos 2 711 bloques de hormigón, no había dado ninguna respuesta. Yo creo que no la hay. Jordi y yo comentamos que probablemente se le pueden dar al monumento un millón de interpretaciones y todas correctas. ¿La omnipotencia del Estado sobre al individuo? ¿El orden absoluto frente a la razón? ¿La imposibilidad de salirse de los caminos trazados? ¿La sinrazón de las vías únicas?¿El peligro de crear monstruos que nos superan? ¿Lo definitivo de la muerte? ¿La impotencia del ser humano en último término?

Me quedaba pendiente hablar de (mejor, escribir sobre) la vuelta.

Mi avión tenía previsto el despegue a las 10:45 de la mañana; el de Jorge, media hora más tarde.

La noche previa, en nuestros paseos sin rumbo y sin frío, nos preocupamos por mirar la combinación que nos llevarían hasta el aeropuerto, y en dejar decidido el horario de tren que mejor se acomodara al del avión y a la vez nos permitiera madrugar lo justo. En estos tuvimos un pequeño desacuerdo, Jorge proponía el posterior y yo el anterior. Al final, cedí.

Nos levantamos y cogimos el ferrocarril a la hora prevista. La normalidad llegó hasta ahí, luego comenzó la aventura.

La línea férrea que por la que debíamos circular hasta el aeropuerto estaba averiada y las consecuencias fueron, por este orden:

  1. El tren terminó su recorrido bastante antes de nuestro destino. Descendimos.
  2. Dos transbordos. Por fortuna, los transportes públicos alemanes funcionan muy bien, son muy puntuales y no gastamos demasiados minutos en el intento.
  3. El que se suponía iba a ser el último tren, comenzó de pronto a circular a una velocidad tal que andando hubiésemos avanzado más.
  4. Mientras tanto llegaron los nervios; y dadas las circunstancias idénticas de los allí presentes, aparecieron los comentarios. Descubrimos que de los vecinos de asientos, uno esperaba subir al mismo avión que yo, otro al mismo que Jorge, y la pareja de viejitos pretendía volver a Bolonia y guardaba un as en la manga. La señora era alemana de origen, hablaba alemán y podía traducirnos los comentarios enlatados de la megafonía, lo que en esas circunstancias era un lujo. Por supuesto, nos pegamos a ella como lapas.
  5. Informé a Jorge (con no demasiados buenos modales, me temo) de que si yo perdía el vuelo él permanecería conmigo, porque no estaba dispuesta a quedarme en Berlín, sola, y con mi inglés de OK y poco más.
  6. La citada señora nos comunicó que la megafonía del tren «informaba de que debíamos bajarnos», también, de este nuestro tercer tren.
  7. Esperamos en el andén. Pasó uno… de largo. Pasó otro… y pudimos subir.
  8. Nuestro enésimo tren nos dejó en la estación del aeropuerto a las 10:50.
  9. En las pantallas informativas del recorrido a pie nos enteramos de que mi avión estaba retrasado por la enésima huelga de los controladores aéreos franceses. Aunque no tengo el placer de conocer a ninguno, les di gracias mentales a todos.
  10. A esas alturas era Jorge quién debía darse prisa, porque los pasajeros de su vuelo ya estaban embarcando así que, una vez cruzado el control de pasaportes, cogió sus cosas y me dijo ciao mamma, busca la puerta de embarque. 
       Llegué a Madrid a las 15:30.

Para finalizar, tres fotografías.

¿Y si a Ándersen se le hubiese ocurrido el cuento
mientras contemplaba un estanque?

Las de esta campana deber de ser las dos únicas
cruces gamadas legales de toda Alemania. 


Al volver del puente de los espías encontramos este cartel
en una valla en perfecto castellano, acento incluido.
El café no se intuía por ningún lugar. Lástima que la foto salió mal.