martes, 22 de diciembre de 2015

¿Justicia?



Gráfico publicado por el diario El País, el día 21 de diciembre de 2015.
Dejando al margen las elucubraciones, particulares o generalizadoras que sean, y siempre interesadas, obviando el hecho concreto de quién ocupa qué lugar, lo que este gráfico demuestra es que en las elecciones generales celebradas el domingo pasado (como en todas), la igualdad fue una quimera.

Imaginemos que esto fuese una inversión. Una inversión en la que en el perceptivo folleto informativo de la Comisión de Valores de la Bolsa Electoral nos habrían informado oportunamente de que serían bienvenidos los dineros de todos los ciudadanos (mayores de 18 años), porque sin tener en cuenta a su dueño ni su finalidad, un euro siempre vale un euro.

No voy a hacer todos los cálculos, porque la expresión gráfica de los datos ya es bastante contundente. Sólo utilizaré para las divisiones cinco ejemplos agrupados en cuatro categorías:

1.              La categoría de los ciudadanos que mejor invirtieron (PNV).
2.              La de los segundos mejores inversores (EH Bildu).
3.              La de los que siempre invierten bien (PSOE y PP).
4.              La de los inversores que se arruinaron (UP/IU).

Unas simples divisiones entre los caudales dispuestos por parcela de poder en los distintos partidos proporcionan los siguientes resultados:

UP/IU / PNV = 9,18
UP/IU / EH Bildu =4,22
UP/IU / PSOE = 7,51
UP/IU / PP = 7,86
EH Bildu / PSOE = 1,77
EH Bildu / PP = 1,86
EH Bildu / PNV =2,17
PSOE / PP = 1,049.

Resumiendo, el valor igualitario de cada voto se traduce en las siguientes diferencias de poder (y de control):

Cada voto de UP/IU vale menos de la décima parte que uno del PNV y menos de una séptima parte que los invertidos en el PP o el PSOE. Se acerca a la mitad del valor del capital destinado al segundo partido más votado (EH Bildu).

En el caso de este último, el valor perdido por sus votantes variaría entre 1/1,2 respecto al siguiente en la lista (Ciudadanos, no contemplado aquí) y 1/2,17 comparado con el PNV.

El otro dato significativo es la relación entre PSOE Y PP, en este caso favorable al segundo; con una insignificante diferencia (0,049) entre ellos y respecto de la unidad. El sentido de esta variación puede intercambiarse entre comicios, pero la relación matemática tiende a mantenerse estable.

Así que sí, un ciudadano, un voto. Pero, un voto, una diferencia de hasta MÁS DEL 90 POR CIENTO EN EL PORCENTAJE DE PROPIEDAD DEL PASTEL.

¿Dónde está la OCU, por favor? Después de todo, la mayoría de españolitos somos  consumidores habituales de elecciones cada cierto tiempo.


martes, 24 de noviembre de 2015

Pago riñón vital con polvo en cama ajena

Aviso: esta entrada contiene un puñado de palabras que dudo de que pasaran el filtro de la mojigatería de Facebook y Twitter. Por lo que me toca, espero que Google sea un poco más tolerante.

Una calle de Bruselas. Fotografía publicada en El País. 22 de noviembre de 2015

Mientras Bruselas continúa atrincherada, Guillermo se aburre, Jorge se pelea con los proyectos y yo convivo con mis miedos de madre, las noticias colaterales siguen llenando los espacios de prensa que dejan libre la actualidad inmediata y la publicidad; por eso ayer pude encontrar en el suplemento dominical la sección habitual de «Psicología».

Pop, añadiría yo.

El título, La necesidad de complacer, a una que conoce de primera mano las peleas habituales con la palabra «no», no podría por menos que llamarle la atención.

Empecé a leer.
.
Llegué al siguiente párrafo:

«En otras ocasiones, el sacrificio hacia los demás no presenta ni un ápice de correspondencia. Entonces aparece la rabia, el enfado, la furia o, incluso, la pena y la depresión profunda. En una semana he escuchado dos historias estremecedoramente parecidas. En ambas, una mujer donaba a su marido un riñón para salvarle la vida. En la primera historia, una vez el marido estuvo recuperado totalmente, le fue infiel con otra mujer. En la segunda, el hombre, ya sano, la abandonó por otra. Un desgarro doble. Sin riñón y con el corazón roto. […] La conclusión es que si lo damos, no podemos esperar nada a cambio. En el momento de dar (un riñón o un bolígrafo) debemos interrogarnos profundamente sobre el motivo por el que lo hacemos. ¿Lo hacemos por el amor que sentimos o por el que esperamos?»

La síntesis y capacidad expresiva de dos refranes me permitieron resumir de manera automática la situación: encima de puta poner la cama, además de cornuda apaleada; en este último me pareció que un cambio en el orden de los adjetivos lo adaptaría mejor a las circunstancias.

Volví atrás, releí el párrafo, comprendí que lo había entendido a la primera y terminé el artículo, ya sin demasiado interés.

Después pensé que la pregunta tiene trampa
.
Los bolígrafos se fabrican, son sustituibles y sólo necesitan un soporte para escribir; no eligen a quién sirven, son baratos y de general disponibilidad,  los regalamos y nos los regalan, los perdemos y los encontramos; los prestamos, nos los prestan y a veces nos olvidamos de devolverlos.

Sin embargo, que se sepa, aún no podemos fabricar riñones, vienen de serie con cada uno, normalmente por parejas, y son ellos los que seleccionan qué cuerpos, además del propietario natural, pueden continuar en este mundo gracias a su funcionamiento.

Donar un riñón es regalar una vida y su traslado implica riesgos importantes para el donante, así que cuando alguien decide comprometerse en semejante gesta, puede que no espere amor a cambio, pero sí al menos un poco de agradecimiento y mucho respeto.

Pensé más cosas, pero no quiero aburrir.

También elucubré.

Metí a los cuatro en el mismo paquete, e imaginé a dos tíos acojonados al vislumbrar a la Dama de la Guadaña y a dos mujeres descubriendo el principio del Calvario en lo que creían su final. Imaginé las visitas a los hospitales, los malos diagnósticos, las caras de circunstancias.

No, no, esto no tiene remedio… bueno, la única solución es un trasplante, pero ya se sabe… es complicado encontrar un donante compatible… ya ha quedado inscrito en la lista de espera…, verá, habría otra solución, un donante vivo… si lo encontrásemos sería estupendo… después de todo, con un riñón se puede vivir perfectamente… en estos casos, la familia… ehem… siempre es un recurso a valorar…, pero ya sabe… ¿tiene hijos mayores de edad?... su esposa…, podría ser, pero ella y usted son genéticamente distintos aunque… es verdad, a veces el azar juega a nuestra favor… siempre es mejor no perder la esperanza…

  A continuación, dos conciliábulos conyugales, las dudas, y posiblemente la decisión de las mujeres de que las vidas de sus maridos sí valían un riñón (el de ellas). Porque los cuerpos o sus componentes no se piden, se ofrecen.

Al menos así suele suceder entre la gente más o menos normal.

Pero cariño, ¿estás segura de que quieres hacer esto (por mí)? gracias, gracias, gracias, no lo olvidaré, ahora estoy seguro de que podré superar esto... Tenemos que ser fuertes.

Conclusión temporalmente feliz para todos. Ellos se curarían y recuperarían, junto con la consciencia más agobiante que nunca de la finitud del tiempo, el impulso irrefrenable de experimentar en camas ajenas. Hasta que... lo siento mucho pero no lo puedo evitar, después de todo es mi vida.

Sí, claro, pedazo de capullo cabrón. TU VIDA CON MI RIÑÓN, contestaría una. El silencio de la otra constataría el vacío de las palabras ante tanta vileza.

Por fin me dediqué a soñar una venganza sin culpables, un epílogo poético para esta historia en el que la interesante nueva vida sexual de ellos continuaría viento en popa hasta el momento indefinido en que, tras un periodo más corto que largo, en días diferentes, en hospitales diferentes, escucharan el mismo diagnóstico: RECHAZO.

martes, 17 de noviembre de 2015

Olvido y recuerdo

Desde el sábado, en tres días, he escuchado en la radio más música en francés que en toda mi vida anterior. Y hace muchos años que soy oyente habitual, aunque selectiva, de este medio de comunicación.

Desconozco por completo la lengua francesa, pero aunque no pueda entenderla me gustan sus sonidos y sus canciones, motivo por el que me produce tristeza que únicamente tras una masacre los recuerden aquellos que programan contenidos en nombre de nuestros gustos, de sus intereses, y de una globalización que sólo incluye el inglés.

Lamentable. Aunque nada signifique comparado con el horror de saber que 129 personas, con sus importantes pequeñas vidas a cuestas, salieron a trabajar o a disfrutar de una velada de viernes en lo que ellos creían fuese un viernes como tantos anteriores o posteriores, desconocedores de que el destino se les cruzaría en una sala de conciertos, en un restaurante, paseando la calle.

Para mí, 129 desconocidos, una noticia en los diarios, la suerte de que no nos tocó y la constatación del sinsentido. Para muchos, 129 personas conocidas y queridas con las que seguir compartiendo vidas, 129 esperanzas de reencuentro y al final, de madrugada, 129 cadáveres sumados uno a uno.

Por desgracia no son los únicos.

Hay muchos más que pasan de puntillas por los periódicos y por nuestras consciencias, sin número exacto con el que ser recordados.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Humilde homenaje

Sábado, mañana, día de colada y de apremios.

En el fuego la sartén, en la encimera los ingredientes, en la cabeza, una división inexacta entre las cosas pendientes y el número de horas antes de irse a dormir.

Se rompió la lavadora, quedó una sola urgencia.

jueves, 22 de octubre de 2015

Autunno

Fotografía: Parque Natural de las Hoces del Duraton. Sepúlveda (Segovia).
6 de noviembre de 2010

sábado, 17 de octubre de 2015

Que veinte años no es nada

Sentir
que es un soplo la vida
que veinte años no es nada… 
Fragmento de Volver
Carlos Gardel.

Hace días que le daba vueltas a la idea de escribirte esta entrada el diecisiete de octubre sin que nada se me ocurriera que valiese la pena. Solo expresiones obvias y frases que por manidas han perdido su significado.

No estoy segura de que lo que voy a decir sea muy diferente, pero ayer por la mañana se me ocurrió algo.

Aparentemente, sin venir a cuento como en tantas ocasiones, me encontré pensando a la vez en la estrofa que cito  al principio y en tu cumpleaños. Intrigada por la simultaneidad de dos ideas tan diferentes me pregunté por la causa.

No tengo nada que aclarar sobre tu aniversario más personal, consecuencia del azar.

En cuanto a los versos, forman parte de una canción de amor romántico, pero esto ni me interesa ahora ni viene al caso. Bajo la mirada indiferente de las cosas de siempre, cuenta las contradicciones de alguien que retorna a los paisajes que veinte años antes fueron testigos de su felicidad y su hundimiento.

Es un viejo tango, visceral como todos los tangos, a la vez triste y enérgico, descriptivo y expresivo, nostálgico y desesperado. En la última estrofa, como en la caja de Pandora, una ínfima esperanza de que pueda quedar lugar para su esperanza a pesar del tiempo y sus efectos.

Es en el ritornello donde la canción afirma que “veinte años no es nada”. Yo no estoy de acuerdo.

Veinte años explican las diferencias entre cincuenta y un centímetros y un metro noventa, entre dos kilos novecientos cincuenta gramos y lo que quiera que peses ahora, entre el control externo y el autocontrol. En veinte años se evoluciona de actividades impuestas a intereses compartidos, de posiciones estáticas a las dinámicas necesarias para buscarse la vida lejos de casa, y solucionársela. Veinte años nos conducen desde el llanto como único sistema de comunicación hasta el dominio de la lengua materna con sus matices de dobles y triples sentidos (materna, no paterna, cosas del vocabulario). Veinte años explican la distancia entre decidir comportamientos, negociar, y aceptar; entre tener la sartén de las decisiones por el mango y no tener sartén.

Sí. Salvo si nos quedamos colgados de un amor en pretérito indefinido, veinte años son un camino muy largo en el que no me ha quedado otro remedio que adaptarme a las exigencias de tus tiempos, porque aunque sea tentador creer lo contrario, los padres siempre vamos por detrás.

Finalmente he encontrado la razón de la simultaneidad de pensamientos de la que hablaba al principio  en el cruce entre el número veinte, mi relación actual con el tempus fugit, y las posesiones que este impostor imprescindible va dejando con parsimonia, normalmente conocidas como experiencias.

Y una de mis experiencias me dice que  a pesar del mi “pesimismo patológico que no hay Dios que lo aguante” no concibo la vida sin ti; así que Dios no, pero tú tendrás que seguir aguantándolo. A él y a mis esfuerzos por superarlo.

Para terminar, ahora sí, me resta decirte lo obvio:


Besos y abrazos, viajes, amigos, experiencia, diversión con sentido, y un poco de tiempo para estudiar,

Mami
 P.D. Como chico listo y buen psicólogo que eres, estoy segura de que sabrás ver todas las referencias personales tuyas, mías, y tuyas y mías, presentes en estas palabras. Ya sabes, el contexto y todo eso.

martes, 22 de septiembre de 2015

Vacaciones

Habitualmente no compro revistas del corazón, o lo que es lo mismo prensa rosa, o lo que viene a significar ídem, cotilleos.

Habitualmente, pero en las últimas semanas he hecho muchas excepciones a esta regla, siempre con la misma actitud.

Tras echar un ojo a todas las portadas y comprobar que sólo variaban en la proporción relativa del tamaño de la foto de los mismos “personajes”, cogía una cualquiera. Después, para cambiar de actividad y por aburrimiento, leía los titulares grandes y se la pasaba a mi madre que se encargaba de amortizar la compra.

Pero un día sí que elegí. Ese día llamó mi atención la portada de Hola, con la foto (y la exclusiva) a página completa de Preysler y Vargas Llosa en Nueva York, inaugurando una tienda.

De golpe me produjo urticaria la visión de tanto dulzor, tanta azúcar, tanta melaza, tanta miel y tantas rosas, tanto trapo de diseño, tanto maquillaje insuperable, tanto pelo en su sitio, tanta falta de arrugas, tanto artificio, tanto estilo, tanta importancia, tanta expectativa, tanta mentira, tanta perfección, tanta sonrisa,  tanto amor, tanta felicidad.

Tanta mierda.

Al final opté por la publicación que mostraba en primera página las cuitas y contratiempos mucho más a mi medida de María Teresa Campos y su hija, no recuerdo si era  Lecturas o Semana.

He de decir que no acerté con la elección, porque entre los colaboradores con sección fija encontré a J. J. Vázquez, y me jodió que a consecuencia de mi ignorancia una parte del euro y pico que yo había pagado por la revista acabara en sus manos.

Hoy he comprado Pronto.

Y mañana volverá la rutina.

Se acaba el verano y terminan mis vacaciones. De ambos quedarán el calor insoportable de julio, cenas y cafés en compañía de amenas conversaciones, algunas risas, los libros leídos, muchas reflexiones, el vermú en Casanova el día de San Roque, el fin de semana en el pueblo de Begoña, la simpatía y vitalidad de mi sobrina, los reencuentros, el estupendo concierto de Serrat de anoche a pesar de la egolatría de algunas espectadoras, y la fiesta del cinco.

Del resto… digamos que el tiempo más apetecible lo gasté limpiando la cocina.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Hipólito

Tras muchos meses de ausencia volvió la lluvia a Madrid tan escasa como el pan en épocas de guerra, la madre de Cristiano Ronaldo ha abierto cuenta en Instagram y ya cuenta con más de 33 000 seguidores, J. J. Vázquez ha conseguido llenar un teatro de espectadores interpretándose a sí mismo.

Está claro que el mundo no funciona como me gustaría.

Convencida de que ellos ya definieron lo importante y de que los  que hemos llegado después nos limitamos a matizar, lo que viene a ser lo mismo que marear la perdiz, yo sigo con los clásicos, en este caso con las tragedias de Eurípides.

Hoy he leído Hipólito.

Me parece que no hay mucha gente interesada en estas historias, por otra parte disponibles en cualquier página de la web; como, además, son el poderío del texto original y los matices de los personajes los que prevalecen sobre lo contado, cometeré el atropello de desvelar el final sin sentirme culpable.

Teseo, el de Ariadna y el laberinto de Creta, casado con una amazona engendró un hijo al que bautizó (es un decir) como Hipólito. Con el paso de los años, resultó ser un muchacho protegido de Artemisa, amante de los caballos y de la caza, tan sobresaliente por su belleza y castidad que Afrodita, envidiosa, decidió castigarlo. A lo bestia, que en algo tenía que manifestarse el poderío de una diosa.

Mientras el muchacho crecía y era educado en otra ciudad, el padre enviudó, volvió a casarse, tuvo otros hijos  con la nueva mujer, y la vida siguió hasta que Fedra, así se llamaba la desdichada, conoció a Hipólito y siguiendo divinos designios cayó en brazos de Eros. (Principio del drama).

Loca de amor por él, consciente de la inviabilidad de su deseo, sucedió lo que suele en estos casos, descuidó a su persona, dejó de comer, empeoró su aspecto, (imagino que suspiraba por los rincones aunque eso el texto no lo dice), y caminaba sin rumbo por los lugares posibles evitando dirigirse al único deseado.

Asustada por estos síntomas y su mala apariencia, la nodriza de Fedra inquirió, y obtuvo de ella la confesión de su estado no sin antes haberle prometido mantener el secreto; mas en un intento de ayudar a deshacer el lío, cual Celestina adelantada a su tiempo, y tal vez conocedora de que sólo con su puesta en práctica se terminan este tipo de males, rompió la palabra dada haciéndole sabedor a Hipólito de las angustias que a su ama afligían.

Pero Hipólito, casto por naturaleza, dato importante, no lo olvidemos, rechazó a Fedra y aprovechó para humillarla soltándole una filípica sobre el sexo femenino y sus representantes. Viéndose traicionada, sintiéndose humillada, ella escribió una tablilla acusándolo de haberla seducido y se suicidó. (Continuación del drama. Hay más).

Volvió entonces Teseo, leyó el escrito y aprovechando la última maldición de las que aún disponía de las tres que Poseidón le había prometido, desterró a su propio hijo quien, lejos de su tierra, murió con posterioridad atropellado por un  carro. (Fin del drama).

Apareció Artemisa, consoló a Teseo, le explicó la historia a posteriori y ordenó al país que honrara la memoria de Hipólito. Y no lanzó un solo reproche a Fedra, porque entendía que habiendo cumplido los designios de su rival pero homóloga Artemisa sólo cabía el veredicto de inocencia.

En cincuenta y dos páginas pequeñas encontramos el amor como fuerza incontrolable y los tabúes del amor (Fedra), la utilización del último recurso disponible para la venganza (Teseo), la imposibilidad de actuar en contra de la antinatural naturaleza de uno mismo (Hipólito), el error de creer en la universalidad de los principios propios (la nodriza), la importancia de la muerte honrosa, las circunstancias incontrolables como poderes superiores que determinan las vidas de los hombres (Afrodita).

Y después de la tragedia, la explicación, el intento de consuelo, y la devolución de las aguas a su cauce con el menor daño posible (Artemisa).

sábado, 5 de septiembre de 2015

Rompiendo un mito

De enlace en enlace se me han ido ocurriendo comentarios sobre noticias, sin decidirme por dejar constancia de ninguno hasta que he encontrado esta fotografía, una imagen que rompe un mito.


Sobre el fondo de la Torre Eiffel, los tejados y los árboles de París, la Ciudad del Amor, en el pretil del puente Alejandro III una pareja joven se besa y se abraza, con una sola mano porque el chico tiene la otra ocupada sujetando el palito que sostiene el móvil que pretende inmortalizar el instante.

Para que luego digan que ellos no pueden hacer dos cosas a la vez.

Tras un largo rato de contemplación, servidora no ha podido decidir cómo terminará la película, si los protagonistas harán un receso en el beso para posar suavemente el teléfono y su apéndice, o si ambos acabarán destrozados como consecuencia de un impulso más urgente.

Fotografía publicada en el diario La Repubblica, el 4 de septiembre de 2015.
Más documentos gráficos sobre la obsesión selfie:

martes, 28 de julio de 2015

Réquiem por un café


De un día para otro, sin aviso de cortesía, sin nocturnidad pero con alevosía, han echado el cierre al café Comercial.

Sus puertas quedaron varadas en un ángulo definitivo.

No volverán a girar.

Es posible que sus propietarias lo sientan como una posesión, o un motivo de discordia familiar, o una posibilidad de negocio.

No, no han pensado en nosotros.

No han pensado en mí.

Lo conocí primero a él, a su esquina y a su plaza. Después, frecuentándolo fui descubriendo su historia, sus personajes, su ambiente genuino, sus veladores de mármol, sus camareros de toda la vida.

Me gustaban sus nubes de humo luego desaparecidas en aires de tiempos nuevos, su tranquilidad, sus habituales, muchos más habituales que yo, su aspecto bohemio ya decadente y anacrónico en aquellos años.
En un intento vano de supervivencia, se movía a pasitos en el mundo cambiante a ritmo de Ferrari. La modernidad le llegó cuando los clientes sustituyeron la libreta y el bolígrafo por el portátil y el móvil, pero siguieron manteniendo las ganas de conversar. 

Lo conocí con diecisiete años y fueron muchos los cafés que saboreé entre sus paredes y las lluvias que vi caer a través de sus cristaleras en los tiempos del Lope de Vega.

Siempre buscábamos la mesita más arrinconada.

Estudiábamos. O nos contábamos secretos con la intensidad y vehemencia que sólo los adolescentes quieren, saben y pueden manifestar.

Después, la vida me alejó de aquel barrio y yo me fui separando de él sin dejarlo nunca del todo, volviendo en cada oportunidad para dejarme envolver por su nostalgia y las mías, para sentarme otra vez a su mesa, para pedirme otro café.

Él formaba parte de esas gentes a las que veo poco pero desde la distancia me transmiten el placer de saberlas incluidas en mi normalidad.

Un tarde de la última primavera, finalizado Edipo Rey en el Teatro Abadía, me senté con dos jovencitos ni siquiera veinteañeros a comentar la tragedia en una terraza de la zona. Caminando después llegamos a su calle.

No entre, me limité a mirarlo y hablar bien de él; lo había recordado demasiado tarde.

No sabía que era la última oportunidad.


jueves, 16 de julio de 2015

Desde Santiago con amor

Esta tarde hemos llegado a Santiago de Compostela, ciudad de conocimiento obligatorio, y ciudad a la que siempre vale la pena volver si la fortuna y las circunstancias se ponen de nuestra parte.

Pero hoy mi comentario irá por otros derroteros.

El hotel de Ribadeo tenía una salita, coqueta y recoleta, con vistas a la ría del Eo, cómodos sofás y revistas de todo tipo, muchas de cotilleo.

Allí empecé a hojear Semana y me enteré, con pocas hojas de diferencia, de que Vargas Llosa e Isabel Preysler habían disfrutado en amor y compañía de un fin de semana en Lisboa, y de que los hijos de él intentaban arropar a su madre tras la separación.

El conocimiento simultáneo de ambas noticias y concienzudos análisis posteriores me han conducido a formular el principio fundamental de conservación de la felicidad y la infelicidad: al igual que la energía, no se crean ni se destruyen; sólo cambian de sujeto.

No me agradezcáis el descubrimiento.

sábado, 11 de julio de 2015

Asimetría

Él arrastraba los años y la única esperanza del próximo trago.

Ellas compartían mesa, risas, copas, amigos y noche de verano.

El lugar… cualquier lugar.

Él gritó un nombre entre exclamaciones: ¡qué guapa eres!

Después una mirada:

-Tu no.

-Ya lo sé.

Le pidió perdón.

Aceptó las excusas recordando otros momentos.

Después pensó que lo entendía mejor que ninguno de los presentes, pero aquello no cambiaba nada.

miércoles, 24 de junio de 2015

Inmoralidad, populismo y datos

Sí:
Sé que haciendo el mismo trabajo que hago ganan bastante menos los trabajadores de todas las empresas con  las que las administraciones subcontratan los servicios que privatizan.
Sí:
Sé que este no es un caso único entre los futbolistas (ni tampoco entre los deportistas), pero es el último del que he tenido conocimiento a través de la prensa.
“Gareth Bale aumentará su salario en un millón de euros netos la próxima temporada hasta alcanzar los 12 millones de sueldo básico, según fuentes de su entorno” (El País, domingo, 21 de junio de 2015).
Sí:
Se me ha ocurrido una pregunta estúpida. ¿Cuántos años debería estar yo subvencionando pensiones ajenas para llegar a embolsarme esa cantidad?
Y sí:
He rescatado del tiempo los conocimientos matemáticos de la vieja y denostada EGB y he echado cuenta de las diferencias entre su sueldo –base  y  neto- y mi sueldo -con complementos y bruto-.
Estos son los resultados (matemáticos).
1.  Porcentaje de subida de sueldo de Bale en el curso 2015-2016: 9,09 (periódico) %. Una regla de tres.
2.  Número de años que yo debería trabajar para aumentar los números verdes de mi cuenta en un millón de euros, 166.386.000 para los que aún piensan en pesetas: más de 44. Una división.
3.  ¿Y para ganar doce millones de euros, o lo que es lo mismo, mil novecientos noventa y seis millones, seiscientas treinta y dos mil pesetas?: casi 530. Otra división.
Año arriba año abajo, periodos anteriores incluidos, hacia 2515 habría igualado mis ingresos de toda la vida con los de la próxima temporada de Bale.
Pan y fútbol.

domingo, 21 de junio de 2015

Un día cualquiera

18 de junio de 2015.
Primero he oído una sentencia de muerte.
No, no iba conmigo pero iba con Alguien.
No, no la ha emitido un juez.
Ha sido un médico.
Luego he prestado atención a los detalles.
A la voz agradable pero neutra; al lenguaje cercano pero profesional; al mensaje práctico y explícito.
Me he sentido intrusa y he cerrado la puerta.
Antes he mirado los rostros de Alguien buscando síntomas de debacle.
No he encontrado nada.

martes, 2 de junio de 2015

Prioridades

Mientras me embobaba disfrutando la serenidad de la noche y la plenitud de la luna llena me he comido con el coche un bordillo de cuya existencia tenía conocimiento previo, pero hoy quiero contar otra historia.

Sábado por la mañana, aparcamiento del H2Ocio, habíamos terminado los quehaceres que allí nos habían conducido, habíamos ubicado las adquisiciones en el maletero, y Guillermo se había marchado con el carrito a su lugar mientras servidora pretendía abrir su vehículo.

Aparcado a la izquierda estaba otro automóvil,  negro. En el interior, un bebé tranquilamente sonriente, en el exterior su sillita de paseo esperándole, y una mujer, con la edad oportuna para parecer la mamá, practicando dedding (léase “moviendo compulsivamente los dedos”) sobre el teclado del móvil.

La puerta de su coche, abierta, me impedía abrir la del mío, por lo que tras un tiempo ejerciendo de palo tieso que consideré prudencial, decidí abrir la boca.

-       Perdona, ¿vas a salir? es que no puedo entrar.

-       Ah, sí.

Cerró la puerta de su vehículo  y se puso detrás de él.

Yo subí al mío, bajé los cristales de las ventanillas porque hacía calor, me abroché el cinturón, arranqué el motor, volvió Guillermo, subió, puse marcha atrás, salimos del aparcamiento, metí primera, después segunda, y nos fuimos.

La última vez que miré por el retrovisor, ella seguía practicando dedding.

lunes, 25 de mayo de 2015

Bienvenido, Erik

Ahora que ya me había acostumbrado, como al queso de toda la vida, a los nombres de toda la vida, tendré que cambiar el chip para aprender a pronunciar con familiaridad un nombre que me suena extraño.

Has plantado tu diminuto cuerpo en este mundo de locos y me han sorprendido, como siempre, tu pequeñez, tu vulnerabilidad y tus ganas de vivir.

Cuando te he conocido buscabas con instinto la calidez de un cuerpo que te proporcionara también alimento.

Tenías hambre.

Espero que nunca pierdas el apetito. En todos los sentidos, porque si el hambre física permitirá crecer a tu cuerpo, será de otro tipo la que te llevará por caminos creados sólo para ti.

Este es el deseo de tu tía, escéptica y descreída por los años, sorprendida por el poder y la terquedad de la vida, cansada a estas horas de la noche, y convencida de que hoy sus palabras no están a la altura de tu circunstancia.

Bienvenido, ERIC.

Con el corazón.

domingo, 12 de abril de 2015

Sociedades enfermas

Aquellas mujeres, que habían alcanzado un grado de delgadez inconcebible, deformadas por el edema del hambre, con sus carnes flácidas y sus cabezas rapadas, habían perdido todo carácter femenino.

Mirando aquel rebaño de mujeres desnudas no podía dejar de pensar en las «mujeres condendas» de Baudelaire.

Este fragmento, titulado «El baño», forma parte del libro Sin flores ni coronas. La autora, Odette Elina, lo escribió durante su estancia en el campo de concentración.




Estas fotografías entre otras ilustraban un artículo sobre moda publicado en el suplemento dominical de El País, el día 29 de marzo de este año. Modelos vendiendo modelos.

martes, 31 de marzo de 2015

Patologías


Cuando el Power Point era lo más de lo más, allá por la Edad Media de la Era Digital, era habitual encontrar en el correo electrónico ficheros idénticos con remites distintos. La originalidad comenzaba ya a escribirse en los libros de historia de la Era Analógica.

Archivos con fotografía, música y un texto, el tema podía ser cualquiera que permitiera la combinación de los tres formatos y algunas frases manidas, sensibleras y efectistas.

Y una, que en la época era sensiblera, tendía a quedarse con el efectismo y siempre ha sido manida porque nadie escapa de sí mismo, guardaba aquellos mensajes, aquellas imágenes, aquellos sonidos, repetidos y olvidados, por si acaso se le ocurría volverlos a mirar.

Guardé muchos, muchísimos, tantos que el verano pasado, harta de no encontrar lo importante, desesperada de tanta basura, dediqué muchas energías a cribar lo que mi Síndrome de Diógenes Digital había acumulado desde los tiempos iniciales de mi relación con la informática, lo que viene a ser, más o menos, veinte años o una vida.

Reencontré todas aquellas presentaciones; pero ya no era una neófita informática, y también había aprendido a separar el polvo de la paja.

Armada de paciencia abrí cada uno de ellos; separé, para quedármelas, la música que me gustaba y, a pesar de las dudas que me genera la fotografía desde la generalización de las cámaras digitales y el Photoshop, algunas bellas imágenes.

En cuanto a los textos, los clasifiqué y guardé unos pocos, literarios o con información sobre temas de mi interés.

El resto camuflaban bajo distintas formas el mismo contenido, que dicho en corto venía a ser alégrate de lo que tienes, sé amable, sé optimista, tú puedes controlar lo que haces, tú puedes conseguir lo que quieres, reenvía este mensaje a la gente a la que quieres.

Dos comentarios.

Uno, que jamás ninguno de estos archivos volvió a salir de mi ordenador.

El segundo, que al final sí que los reenvié. Todos juntos. A la papelera. Después la limpié.

Antes había llegado a la conclusión de que los autores y distribuidores de aquellos libros de autoayuda comprimidos en mensajes electrónicos eran genuinos representantes de los optimistas patológicos, convencidos de que basta con la intención y el deseo es suficiente.

Una actitud que me crispa. La contraria se resume en once palabras.

Esto es lo que hay y si no te gusta te jodes.

O si puedes te buscas un Sabina con el que identificarte.