jueves, 24 de abril de 2014

23 de abril



Hoy ha sido el Día del Libro y Gabriel García Márquez murió hace una semana escasa. Imagino que aprovechando efeméride y circunstancia, en la Biblioteca Pública de Vallecas habían programado le lectura pública, durante dos horas, de Cien años de soledad.
A pesar del poco tiempo disponible para decidir, conocedora del interés de Guillermo por esta obra le propuse participar en el evento.
Accedió.
Durante tres minutos cada uno, primero él, después yo, nos hemos trasladado a Macondo y compartido sus muy tiempos primeros con el coronel Aureliano Buendía, Úrsula, Melquiades y los gitanos.
Con la misión cumplida, un corto rato después hemos cambiado la actividad por un buen desayuno en mutua compañía, mientras hablábamos de libros y comentábamos la obra que ambos habíamos leído (completa) el año pasado.
Por supuesto me ha tocado pagar.
Un corto paseo hasta la librería, y el cumplimiento de la tradición familiar del día de San Jorge desde que este nombre se incorporó a la familia, han puesto fin a nuestro tiempo compartido.
Después el día ha continuado con su normalidad.

miércoles, 23 de abril de 2014

Casualidades… o cuando las cosas nos buscan


(Sic).
Lansquenete.
Sin poder especificar más detalles, conocía que la primera palabra se relacionaba de alguna manera con la mención de citas en textos escritos, y jamás con anterioridad había tenido el placer de cruzarme con la segunda.
En este momento me complace haber rellenado la laguna, sin que a mi pesar pueda explicar a quién debo darle las gracias, si al azar que decidió jugar conmigo, o a la tenacidad de ambos vocablos que insistieron hasta llegar a ser conocidos por mí.
Me explico.
En un intervalo de tiempo que no llega a sumar una semana, desde el último jueves, me he encontrado con “(sic)” en una biografía, en los recuerdos transcritos de un viaje, en un artículo del periódico y en un correo burocrático al que el susodicho (sic) hacía incomprensible. Y cada vez yo me decía por lo bajini: “tengo que buscar su definición”. Después me iba con otra historia y el “tengo que…” seguía sumando en la columna del debe.
En la misma biografía me tropecé, también el jueves pero por primera vez, con “lansquenete”. Por el contexto (el libro), decidí que era una palabra alemana sin lugar posible para ella en ninguno de mis diccionarios.
Pero ¡oh casualidad!
La pérdida de tiempo por Facebook, esa misma noche, me condujo a un artículo del escritor Luis García Montero en el que evocaba un recuerdo personal de García Márquez.
¡Y a la palabreja!
Dos pensamientos simultáneos me asaltaron. Uno, lo erróneo de mis primeras conclusiones. Dos, “tengo que buscar su definición”.
Finalmente, cuando esta tarde ha vuelto a asaltar mi tranquilidad, he decidido mover el trasero del sofá y terminar de una tacada con ambas dudas semánticas.
A la otra, la de por qué razón algo tan absolutamente banal como una palabra nunca escuchada con anterioridad y otra de indiferente existencia hasta el jueves, comienzan a pasearse por mi vida con tal promiscuidad, continuaré dándole vueltas. Por supuesto, no espero llegar a ninguna conclusión determinante.
Y en el fondo tampoco me importa.