miércoles, 25 de enero de 2012

Gracias

Gracias, Orejas, por haber hecho posible que compartiera tu vida.
En la primera mañana del después, sólo la ausencia de nuestros recuerdos podría dolerme más que el recuerdo de tu ausencia.

martes, 17 de enero de 2012

Para los que se gradúan en ESO

Escribí este texto para la ceremonia de graducación de los alumnos de cuarto curso de secundaria, celebrada en el instituto de uno de mis hijos, el pasado 24 de junio.
Por razones que no vienen a cuento no se leyó entonces. La guardé porque era de mi gusto (y de alguno más). Ahora tengo este cajón de sastre donde, si queréis , está a vuestra disposición pinchando en el enlace "más información".

sábado, 14 de enero de 2012

Algunos límites de la razón

Hemos cambiado de habitación y, a pesar del lugar, desde esta nueva tengo una vista casi estupenda. Estoy sentada al lado de un inmenso ventanal, contemplando el panorama y aprovechando la última luz del día de hoy.
Ayer, ¡después de casi un mes! viernes de los que me gustan: de siesta, y café de dos horas con las chicas. Hoy estoy en una unidad en la que no entran ni los ladrones (que, parece, no son raros en otros lares de estos aposentos). Tiene sus ventajas, porque me he ido a comer y no he tenido que preocuparme de guardar los archiperres.
En el último mes he tenido mucho tiempo para pensar; pero no siempre es agradable tanta dedicación -y con tanta insistencia- a las interioridades. Descubro continuamente cosas, objetivamente, feas o desagradables: la cercanía, y consciencia, de la muerte; el deterioro - físico o psíquico- de la vejez (por suerte, de la vejez); la pérdida -en cierto sentido- de la dignidad, cuando nuestro cuerpo debe abandonarse -sin remedio-, en manos extrañas.
Por fortuna, también he descubierto las pequeñas ventajas asociadas a situaciones que no tienen remedio: la profesionalidad, la amabilidad y la dedicación de la gente que tiene trato diario con el fin de la vida de los demás. Se agradece. Y quiero recordar, precisamente aquí, que ellos también son funcionarios (o personal laboral, lo que, a los efectos, viene a ser lo mismo).
Siendo pequeña aprendí a crearme un mundo personal al que sólo yo podía acceder, en el que me recluía cuando la realidad me hacía daño. Me defendía, pero también me aislaba. Y, por supuesto, el razonamiento lógico ha sido muy posterior; entonces me limitaba a actuar según las circunstancias.
(Begoñita Sol, ese es el muro que tuviste que romper cuando te empeñaste en  ser mi amiga. Por suerte fuiste persistente. Si hubiera sido al revés yo hubiera supuesto, con las primeras calabazas, que tú no querías saber nada de mí).
Ahora la razón es el muro. Cuando algo (bueno o malo) me llega, necesito descuartizarlo, estudiarlo, pasarlo por el tamiz y volver a juntarlo para conocer, lo que aquello -sea lo que sea- quiere decirme. Análisis y síntesis que, siempre, marcan fronteras entre el mundo y yo. Y lo peor es que casi nunca llego a una conclusión definitiva; la conclusión suele volver a cambiar con el aire nuevo.
Consecuencias de esta actitud suelen ser la parálisis, el comportamiento convencional, la sensación de ser una marioneta y de vivir superficialmente; y transitar por una situación de examen permanente sin que, la mayoría de las veces, consiga aprobarme. Pero racionalizar el dolor y el miedo es la única forma que conozco de intentar domesticarlos.
A la vez que se me acaban las ideas, descubro que ha venido la noche. Sigo al lado del mismo ventanal, pero ahora sólo veo sombras entre las que surgen unas pocas ventanas iluminadas.

sábado, 7 de enero de 2012

Palabras

Arrullos, murmullos, susurros. Gritos.
Palabras vacías;
palabras sin sentido;
palabras correctas;
palabras silenciosas, palabras silenciadas, silencio de palabras.
Palabras baldías,
palabras recicladas,
palabras prostituidas;
palabras rotas,
palabras como cuchillos.
Palabras cambiadas,
palabras comodín,
palabras oportunas y palabras oportunistas;
Palabras cercanas;
palabras sedantes, esperadas, esperanzadas, esperanzadoras.
Palabras enamoradas, que enamoran,  amorosas; palabras de amor.
Palabras que lloran.
Palabras redondas, bellas palabras.
Palabras tranquilas y palabras que matan. Guerra de palabras.
Palabras odiosas y palabras amadas;
palabras enormes, pequeñas palabras.
Frías o cálidas palabras.
Palabras con tiempo y palabras a destiempo;
palabras que curan y palabras que cuentan;
palabras que nos llegan y palabras que no llegan.
Renacer con palabras.
Sobran las palabras; faltan palabras.
Silencio.

miércoles, 4 de enero de 2012

Felices 18, Jordi

Muchas casualidades juntas de la biología te llevaron a ser, justamente, tú. Abriste el ojo al mundo el 4 de enero de 1994. Y, según las matemáticas –que no dejan de ser un sistema inventado de conocimiento-, cumplirás 18 años esta madrugada  a la 1:55 (según el informe del hospital, que no registra segundos. Yo, podrás comprender que no estaba para mirar la hora). La primera noche de tu vida, y ya me dejaste sin dormir. ¡Podías haber esperado un poco!
Mi primer recuerdo asociado contigo es el miedo a lo desconocido, en general. Pero también miedos particulares: al parto, sobre todo -y no me consolaba la frase hecha de que “todo el mundo lo había conseguido antes”-; a no ser capaz de cambiarte el pañal; a que te me cayeras de los brazos puesto que en esto también serías –absolutamente- el primero; a los cambios de mi vida; a no ser ya más dueña de mi tiempo; a que no se me despertara nunca (¡soy tan dormilona!) eso que llaman instinto maternal. Por cierto, había en mí tal ausencia del susodicho instinto que, hasta que naciste, las tías decían que tendrían que adoptarte. Y lo peor era que su afirmación iba en serio.
Pero, ¡ah, cuando te vi las orejas!
Recuerdo tus primeros pasos, con la tía Ana y conmigo, en el centro comercial de Vicálvaro; el momento en que descubrí que empezabas a leer, porque leíste la marca de la lavadora mientras yo la utilizaba para lo obvio; la biblioteca, la escuela de música,  y las frustraciones –compartidas- de la piscina; las –obligadas- películas de Disney y otros divertimentos, que me resultaron mucho más interesantes; tus magníficas notas y tu buen comportamiento. Recuerdo cuando viste el mundo con colores oscuros, que nada tenían que ver con tu daltonismo;  tu muro de silencio, siendo un poco más mayor. Recuerdo cómo disfrutamos con tus legos y tus playmóbil.
De acuerdo con los cálculos que los médicos hacían, debiste nacer a finales de 1993. Pero tu retraso y nuestra medida del tiempo te cambiaron el año. Nunca te lo agradeceré bastante porque empezaste el cole un curso después y, como consecuencia, conocí a varias personas (sabes cuáles) que, desde entonces, me son muy importantes.
En todo este tiempo has ido cumpliendo años. Ahora llegas a los 18. Y algunas cosas cambiarán: eres mayor de edad; legalmente, dejaré de ser tu tutora. Ya no tendré que firmarte las autorizaciones y, si metes la pata (espero que no), tendrás que asumir solito las consecuencias; podrás comprar bebidas alcohólicas y emborracharte si quieres (sigo esperando que no); podré mandarte a comprar tabaco (y, en este caso, espero que vuelvas, sobre todo por el tabaco).
Bromas aparte, seguirán igual las cosas que nos importan, incluidos acuerdos y desacuerdos. Yo seguiré comiéndome mis miedos (distintos, y menos controlables), para que tú VIVAS. Tomarás decisiones que probablemente no me gusten; serán tuyas y lo más que podré hacer será (si me dejas) darte mi opinión.
Me parece que los hijos estáis condenados a decepcionarnos, desde el momento en que las expectativas que ponemos en vosotros son (siempre y sólo) nuestras.
A pesar de ello, espero que sigamos disfrutando nuestros proyectos actuales y nuestras futuras realidades. Tenemos muchas cosas por compartir antes de que llegues a ser arquitecto.
Por todo ello,
FELICES 18 AÑOS JORDI. DISFRÚTALOS Y APROVÉCHALOS.
 PORQUE NO VOLVERÁN.

domingo, 1 de enero de 2012

Un nuevo Año Nuevo

Las navidades avanzan y, ¡por fin! quedó atrás el solsticio de invierno. Y nosotros ¿avanzamos, o retrocedemos?
En el tiempo del reloj, (caminante continuo en un único sentido, que jamás acelera ni se detiene), se deslizan nuestras vidas; tantas veces a saltos, tantas veces impredecibles; tantas veces divorciado, su interior, del exterior.
Es la hora de la sobremesa; pero hoy me falta una tertulia . Estoy -físicamente- sólo acompañada por una persona que duerme.
Tengo un portátil y una red wifi que me acercan a casi cualquier lugar del planeta mas -seguro- no a la realización de mis cercanos deseos. Cortesía del desarrollo tecnólógico : nos dispensa trastos casi nunca imprescindibles, pero (casi) siempre útiles.
En este uno de enero sin resaca, si has llegado hasta este cuaderno de bitácora por caminos reales o virtuales, desde cerca o desde lejos, deseo que el año nuevo transforme el sueño de tu realidad en la realidad de tu sueño.