martes, 27 de marzo de 2012

Los misterios de la sandía

Me gusta comer sandía, pero no me gustan sus pepitas. Ni comérmelas, ni escarbar en la pulpa para quitarlas una a una. Algunas veces, cuando toca degustar esta Curcubitácea a los postres, Luci tiene la amabilidad de cortar los trozos libres de semejante elemento y yo me los como.
El otro día, pensando sobre esto, me surgió una duda. ¿Cómo se reproducen las sandías sin pepitas, si el proceso normal es plantar la semilla pero no tenemos semillas que plantar?  

miércoles, 21 de marzo de 2012

Gracias de ida y vuelta

Entre los trabajos que le exigían en el BI, Jorge debía hacer una monografía. Podía ser sobre el área de conocimientos de cualquier asignatura y sobre el tema que quisiera.

Como le gustan el deporte y la historia europea del siglo XX, el trabajo estaba relacionado con los dos y llevaba por título El triunfo de la propaganda. La utilización política de los Juegos Olímpicos por parte del régimen nazi en 1936.

Ejerciendo, en algunos aspectos, de correctora, tuve que leerlo varias veces. No soy experta y seguro que esta afirmación es amor de madre, pero me parece que el resultado final era estupendo.

¡No! ¡No os asustéis! No voy a publicarlo aquí. Copiaré sólo la dedicatoria. Con ella di por buenos muchos enfados y desencuentros, y por bien empleado mucho de mi tiempo.

Si queréis leerla, como en otras ocasiones aparecerá al pinchar en el enlace “más información”. 

Gracias Jordi, y aunque no creo ser una rata de biblioteca, me encanta que tengas tan alto concepto de mí. Gracias también por lo que dices del abuelo. Creo que le hubiera encantado saberlo.

jueves, 15 de marzo de 2012

Es por tu bien

Imaginemos que has hecho un examen, pero el día que dieron las notas no fuiste a clase. El profesor las ha publicado en el tablón de anuncios, ordenadas por orden creciente del número de DNI de los alumnos; sin nombre ni apellidos.

Como toda la vida, te pones en contacto con un compañero y le dices que, por favor, pregunte tus calificaciones y te las diga después.

Nanay. Muy amablemente, le será comunicado que SPD (léase siempre "Santa Protección de Datos") protege tus notas y que busques otro camino. Por supuesto, son esas mismas que al final conocerá toda la clase porque las comentaréis y, como toda la vida, tendrás que soportar al necio presumido que siempre saca dieces y, a lo mejor como toda la vida, tendrás que decir que has vuelto a suspender.

Segundo asalto. Tu ex ha tenido un niño con su nueva pareja y estás encantado porque por fin ha borrado tu número de la memoria del móvil y ya no te manda llorosos correos todos los días.

En un arrebato de felicidad, compras el ramo de flores más grande y vistoso de la tienda, te subes en el primer taxi libre y te diriges al hospital que toque, sección Maternidad. Esperas tu turno y con tu mejor sonrisa le preguntas al recepcionista: "buenos días; ¿sería tan amable de indicarme en qué habitación se encuentra fulanita de tal?" Has cumplido todas las normas de la buena educación.

Iluso. Si no has leído el cartel situado en el lugar más visible, esa persona te contestará, también muy amablemente por supuesto, algo así como "lo lamento señor, pero no estamos autorizados a dar datos personales de los enfermos". El número de habitación, a partir del internamiento en el hospital que el azar determine, forma parte de tus cosas más inviolables.

Con cara de imbécil tendrás que decidir qué haces con las flores.
Continuamos. En la empresa, ha sido el último día de trabajo antes de las vacaciones y todos estáis encantados de perder de vista al jefe durante quince días. Decidís celebrarlo tomando una copa que se convierte en dos, tres... tampoco vamos a ponernos quisquillosos contando.

Cuando la fiesta termina, decides irte andando a tu casa para ver si con el aire se te pasa el mareo; pero el aire te sienta fatal y te mareas de verdad. A lo largo de la tarde - noche (tampoco es momento de hacer memoria) has perdido el teléfono, y con él cualquier posibilidad de comunicación con tus conocidos porque ¡a ver quién se aprende los números mientras existan tarjetas!

Por fortuna algunas cosas siguen funcionando como siempre (de momento). Dos chicos que hacen footing en el parque te encuentran, te llaman y , como no respondes, avisan al 112. Una ambulancia te lleva al hospital. Como era de esperar te atienden de modo muy profesional; pero desconocen todos tus contactos y no pueden violar tus inviolables datos personales que, por otra parte, son los que figuran en el DNI, único elemento en tu cartera junto con los cinco euros que te han sobrado  de la juerga.

Posibles soluciones en esta situación:

1.- Los médicos piden a algún administrativo que llame al juzgado para que, mediante la extensión de la oportuna orden judicial, autorice buscar en la guía telefónica el número de tu casa y así avisar a tus familiares.

2.- Llaman a Radio Nacional de España para que, al final de las noticias, emitan un comunicado lleno de eufemismos y circunloquios en el que tu familia no te reconocerá. Será más o menos así: "se encuentra reposando en una institución del centro de la península Ibérica (por ejemplo) una persona cuyo nombre responde a las iniciales... ".

El enunciado continuará con tu descripción física y tu vestimenta que, como están al alcance de cualquiera que no sea ciego, se suponen datos públicos de tu persona. Por supuesto SPD protege tu nombre y edad y los datos del hospital; también tu sexo, a pesar de las evidencias manifiestas.

En cuanto a tu aspecto externo, más te vale no llevar gafas, ser  calvo o gordo, porque lo omitirán en nombre de tu autoestima.

Queda la ropa, pero no todas las mañanas tenemos humor para fijarnos en cómo se disfrazan los que viven en nuestra casa. Cuando por fin te echen de menos, probablemente acudirán a la policía y al juzgado. A partir de aquí, el protocolo se desarrollará según el punto 1.

No todo iba a terminar mal. Viernes por la tarde con estupendos planes para el fin de semana. Es la hora de la siesta y te tumbas en el sofá para ver el Tour de Francia. Mientras los ciclistas suben el Tourmalet te duermes. Y sueñas.

Estás de vacaciones en las islas Mauricio, con la sombrilla, las palmeras, la piscina, el mar azul al fondo, el cóctel o el zumo de coco y la temperatura ideal; y la chica de tus sueños en la hamaca de al lado, pegada a la tuya.

Por primera vez en tu vida las cosas se desarrollan siguiendo el guión de tus intereses; vives el momento sin hacerte preguntas, te elevas mientras te sube la tensión y a punto de llegar a tu meta

ring ring ring ring...

A cámara lenta abres primero un ojo; después el otro; te levantas tambaleándote; buscas el aparato con las manos y cuando encuentras la voz dices: "¿sí?".

Un humano o una máquina te darán las buenas tardes, te llamarán por tu nombre completo (incluso si es compuesto) y dos apellidos y te informará de "una oferta muy interesante que no podrá rechazar".

Cuelgas lentamente, clavas los ojos en el teléfono  y con cara de gilipollas preguntas al aire: ¿cómo coño han conseguido mis datos soslayar a SPD?

DCCSPD.

miércoles, 7 de marzo de 2012

El error y la duda

La interpretación errónea de una sola palabra en un texto y sus consecuencias me condujeron, ayer, a meter la pata. La pata, el cuezo, la gamba, y todo lo que se pueda meter en este sentido.  Dije algo que debí callar.
Ocurre que todos tenemos una imagen de nosotros mismos, más o menos coherente. En esa imagen hay cosas que no nos gustan, otras que nos son relativamente indiferentes, con las que convivimos sin hacernos preguntas, y algunas pocas que (al menos en determinados momentos) nos hacen sentir encantados de conocernos.
En general, tendemos a interpretar como errores nuestros actos cuando, por la circunstancia que sea, no conducen a las consecuencias exactas que habíamos previsto; lo cual no deja de ser otro error añadido, porque es muy difícil –si no imposible- prever todos los hechos que nuestros actos provocarán. Podemos calcular mal, pueden surgir circunstancias imprevistas, podemos omitir en nuestro cálculo datos importantes e, incluso puede ocurrir, que todo suceda según lo pensado y, sin embargo, el resultado final no nos satisfaga porque nosotros hayamos cambiado con el camino.
A veces, sin siquiera la excusa de lo inevitable o el triste consuelo de poder echar la culpa a otros, nuestro comportamiento contradice algún aspecto personal que valoramos como positivo en nosotros mismos. Bajo mi punto de vista, estos son los errores más difíciles de digerir porque nos conducen a preguntar(nos) cómo somos y si somos como pensamos; quién es, en realidad, ese individuo vestido con nuestro traje.
En estos casos los demás (aquellos en quienes confiamos, a los que siempre acudimos) suelen mostrarse comprensivos; buscarán explicaciones que nos justifiquen, intentarán quitar hierro al asunto y nos mostrarán nuestro mejor perfil.
Pero no podrán consolarnos. El bálsamo sólo llegará cuando admitamos que hicimos algo que nunca debimos hacer. Y que nada podrá cambiar esta realidad.
Solemos olvidar que el reinicio nunca es una opción disponible en este juego lo que, bien mirado, no me parece malo del todo. Así que, puestos a ser optimistas, lo único que nos queda es utilizar lo aprendido en la siguiente partida.

jueves, 1 de marzo de 2012

Un acento

   
¿Sabes que soy?
¿Sabes qué soy?
Un acento. Sólo eso distingue, en la forma, a las dos frases anteriores.
Un acento cuya presencia o ausencia transforma completamente el significado.
Un día escribí las dos en un trozo de papel y le pregunte a Jorge si conocía la diferencia .
Me contestó que sí. Y me lo explicó perfectamente.