martes, 2 de junio de 2015

Prioridades

Mientras me embobaba disfrutando la serenidad de la noche y la plenitud de la luna llena me he comido con el coche un bordillo de cuya existencia tenía conocimiento previo, pero hoy quiero contar otra historia.

Sábado por la mañana, aparcamiento del H2Ocio, habíamos terminado los quehaceres que allí nos habían conducido, habíamos ubicado las adquisiciones en el maletero, y Guillermo se había marchado con el carrito a su lugar mientras servidora pretendía abrir su vehículo.

Aparcado a la izquierda estaba otro automóvil,  negro. En el interior, un bebé tranquilamente sonriente, en el exterior su sillita de paseo esperándole, y una mujer, con la edad oportuna para parecer la mamá, practicando dedding (léase “moviendo compulsivamente los dedos”) sobre el teclado del móvil.

La puerta de su coche, abierta, me impedía abrir la del mío, por lo que tras un tiempo ejerciendo de palo tieso que consideré prudencial, decidí abrir la boca.

-       Perdona, ¿vas a salir? es que no puedo entrar.

-       Ah, sí.

Cerró la puerta de su vehículo  y se puso detrás de él.

Yo subí al mío, bajé los cristales de las ventanillas porque hacía calor, me abroché el cinturón, arranqué el motor, volvió Guillermo, subió, puse marcha atrás, salimos del aparcamiento, metí primera, después segunda, y nos fuimos.

La última vez que miré por el retrovisor, ella seguía practicando dedding.

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