lunes, 18 de julio de 2016

El mundo camina demasiado rápido para mi edad

Trump nombra a un ultraconservador como candidato a vicepresidente en las próximas elecciones (previsible).

La nueva primera ministra británica, ganadora del Brexit y después de él, coloca en los ministerios importantes a los candidatos más antieuropeos como encargados de la liquidación. Las noticias nos informan de ello y de que su gabinete incluye ocho mujeres (más ella).

En Dallas un individuo (uno más) decide pasar a la Historia liándose a tiros con los incautos que en un determinado momento se cruzan con él.

En España, elementos irracionales se sirven de la valentía cobarde del anonimato (al menos eso creen) para insultar a quien no puede defenderse y alegrarse de su muerte invocando una causa noble que desacreditan.

La gente se vuelve loca buscando un muñeco amarillo que ha mandado las acciones de Nintendo a la estratosfera, y participando en un juego hiperreal de cuyo nivel adictivo la OCU ya ha advertido.

Un atentado multitudinario en Bagdag. Dos más en Arabia. Uno que añadir en el aeropuerto de Estambul. Y el último, sólo de momento me temo, en Niza. Todos con su reguero de muertos, de heridos, de cuerpos mutilados, de enfermos crónicos de ausencias y de miedos.

Luego, flores, velas, rezos, palabras y dibujos como pobres expresiones de la impotencia y el absurdo.

Una lee este remix de noticias y piensa en sus hijos que están lejos, pero bien.

Después, de enlace en enlace, tiene la sensación de que las palabras se quedan en algún lugar de su corteza cerebral, sin que consiga integrarlas en un todo ni dar sentido a la información.

Está convencida de que alguien es viejo cuando no consigue integrar las novedades en sus esquemas mentales previos, y desde esta perspectiva cree ser Matusalen; pero también opina que se es joven mientras se conserve la capacidad de sorprenderse, y visto así se siente niña cual su sobrina.

El problema es que en la actualidad las sorpresas son tan continuadas que su capacidad de reacción no está a la altura de las circunstancias, y la poca capacidad de asimilación que aún pudiera restarle menos todavía.

Intentando encontrar un equilibrio que le deje a la vez en la realidad del momento y en el momento cronológico que por edad le corresponde, sigue leyendo hasta encontrar cualquier cosa que pueda contarle la misma realidad de distinta manera.

Tal le pasó el viernes por la noche cuando en un vídeo de La Repubblica se dio de morros con una foto válida por más de mil palabras que le evocó al instante el dolor, la ternura y la impotencia contenidos en La nieta del señor Linh, por cierto, de autor francés.



Siguió brujeleando y sin tardar encontró un dibujo-homenaje a dicha imagen, que sin duda hubiese captado mucho menos su atención si hubiese desconocido el origen de su génesis.


Antes de apagar el ordenador, leyó sobre un intento de golpe de estado en Turquía y le envió un mensaje a su hijo. A la mañana siguiente, oyó en la radio que en el puente del Bósforo, cuando el fracaso de la asonada era una nueva realidad, alguien había gritado «Alá es grande».

Y pensó que sí.

Alá es grande y Dios todopoderoso, pero ambos pasan de nuestros asuntos.

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