viernes, 6 de septiembre de 2013

Dodicesimo giorno. Nunca calienta a gusto de todos



Miércoles, 4 de septiembre

Finalmente hemos cambiado el monte Cervino por la ciudad de Parma, debido a que la excursión de un día a la montaña nos salía por una pasta. Y cuando digo una pasta, quiero significar justo eso.

De buena mañana, en la estación he mandado a Guillermo a tomar viento fresco con palabras más duras que estas y le he dicho que era imbécil.

Tras un viaje del todo en silencio, hemos llegado a una ciudad llana, dispersa, que vive para sí misma y no para los visitantes, que tiene una catedral con frescos estupendos y un baptisterio que bien merece la visita.

Me parece que el cansancio empieza a hacer mella en los cuerpos y el calor sofocante de hoy no ayudaba a la relajación, más en un lugar en el que resultaba difícil encontrar lugares sombreados en las horas del mediodía.

Mientras él dormitaba sentado en un banco del conservatorio de música, en el primer piso he visto una exposición sobre la presencia de Verdi en los medios de comunicación (ingleses, franceses, alemanes e italianos).

Cada hoja completa de la publicación original estaba insertada entre planchas de metacrilato, lo que permitía ver la noticia aparecida sobre el compositor por un lado, y por el otro las que quiera que tocaran en suerte en su momento.

Una de estas últimas páginas ha llamado especialmente mi atención. Correspondía a un periódico alemán del 1 de septiembre de 1937 (lo sé porque la fecha estaba escrita con números) y en ella aparecía la foto de un niño haciendo el saludo nazi, rodeado de cuatro jefes militares; uno, mirando hacia otro lado, se desentendía de la historia mientras el resto reían la gracia.

A su lado, un crucigrama que, a falta de dos letras, alguien había resuelto. Pensé en la casualidad, y en lo improbable de que el aficionado a los juegos de palabras hubiera imaginado nunca que sus letras autógrafas  terminaran expuestas en Italia, aunque no fueran ellas la causa.

El vagón del ferrocarril de vuelta carecía de aire acondicionado y, aunque hartos de sudar nos hemos cambiado a uno de primera, la sensación general del día en estas horas de la noche es de calor, calor y calor.

Y cansancio. Mucho cansancio.

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