sábado, 24 de agosto de 2013

Primo giorno. A quien madruga el tiempo le cunde



La aventura ha comenzado de buena madrugada, al sonar el despertador a las cuatro y cuarto. Tras un viaje que yo opino tranquilísimo y Guillermo incómodo, a las nueve menos cuarto aterrizábamos en Bolonia.

Con las maletas en la consigna de la estación de trenes y, tras el paso obligado por la Oficina de Turismo, nos hemos decidido a pasear y visitar diversas iglesias y el gueto.

Pronto el mucho caminar nos ha pasado factura y, a las doce y media estábamos comiendo, no porque sea el horario habitual aquí, sino porque el estómago nos lo demandaba.

Por cierto, que mi menú ha consistido en ñoquis a los cuatro quesos con boletus.

Después el madrugón se ha cobrado su peaje y, tras una siesta de sesenta minutos que nos ha reparado el cuerpo, nos hemos despertado a la hora en la que en España ni siquiera habríamos empezado a poner la mesa.

Esta tarde visita a la Basílica de San Petronio y después, con cuatrocientos noventa y un escalones, contados, subidos y bajados, a la Torre de Asinelli; que no sé si tiene alguna relación con los borriquillos, porque "asino" en italiano, significa "asno".

Bolonia me ha parecido una ciudad hecha a la medida de inclemencias meteorológicas, porque los soportales presentes en todo su recorrido permiten obtener sombra en cualquier momento del día, cuando el calor aprieta. Y resguardarse de la lluvia en los chaparrones.

Por lo demás, tiene un sistema gratuito de bicicletas para moverse, que no hemos utilizado aún porque hemos descubierto su funcionamiento a última hora de la tarde, el rojo de sus tejas es tan uniforme y homogéneo que es conocida como "la città rossa", posee una zona peatonal amplísima y agradablemente paseable, y sus calles respiran tranquilidad.

En el lado negativo de la balanza, le faltan fuentes públicas y le sobran grafittis (malos) y cubos de basura por las calles.

Un dato curioso es la abundancia de cabinas telefónicas en estos tiempos de móviles. Desconozco si aún funcionan, o si sólo forman parte del paisaje urbano como recuerdo.

A diferencia de otras ciudades más turísticas, los italianos son mayoría, lo cual a nosotros nos viene de perlas, aunque en alguna ocasión se hayan empeñado en hablarnos en inglés.

Con el idioma nos manejamos sin problemas, lo que me permite "progresar adecuadamente" en la asignatura de Confianza.

En cuanto a lo demás, Guillermo y yo no hemos discutido (todavía).

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