martes, 12 de febrero de 2013

Análisis (subjetivo) de Valentina




Como comentaba en la entrada anterior de este cuaderno, la función de la tarea que nos habían encomendado era inventar el perfil de un personaje. Como también decía, puse empeño en “inventarlo” y me costó muchísimo trabajo. Pero todos los que se han significado sobre del tema coinciden en que “Valentina soy yo con 99 años”.

Evidentemente, no conseguí el objetivo propuesto y, si de un examen se hubiera tratado, creo que lo hubiera suspendido.

Existe un tipo de carácter, que de vez en cuando aparece en las películas y los libros, que personalmente me produce muchísima ternura. Se trata siempre de perdedores (en un muy amplio sentido de la palabra) que, a pesar de sus fracasos, no vierten en los demás sus frustraciones. Tampoco son intolerantes como consecuencia; más bien al contrario, miran las situaciones ajenas con una especie de condescendencia, como si supieran que la meta final es la misma para todos.

Cuando me encuentro con este tipo de gente (la última vez se me apareció en el papel de un viejo alcohólico en la película Agua para elefantes) siempre tocan mi fibra sensible a través de un profundo sentimiento de ternura.

Este era el modelo que habitaba mi mente mientras intentaba dar forma a mi personaje, que al principio era un hombre, pero acabó por convertirse en mujer.

Tras los comentarios que me han llegado sobre Valentina, he vuelto a leer la descripción que sobre ella hice. Y he llegado a la conclusión de que, efectivamente, más allá de algunos gustos y disgustos personales diferentes, tiene rasgos que se me asemejan.

Y, sí, me produce ternura; así que bajo este punto de vista conseguí lo que buscaba. Pero, para variar, la cuestión me ha conducido a caminos inesperados.

Es seguro que los discursos de las razones ajenas son diferentes a los míos, y también sus conclusiones; más la pregunta que me hago es: si mi creación me provoca ternura y a la vez es tan similar a mí, ¿hasta qué punto se puede establecer una relación transitiva y deducir que yo, a mi vez, provoco ese sentimiento?

Es una posibilidad que jamás se me hubiera ocurrido porque creo situarme en las antípodas, así que expuse mi razonamiento. La respuesta me sorprendió.

Y mi mente evocó la imagen de una minina.

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