domingo, 22 de abril de 2012

El valor de los céntimos en un día tonto


Para hacer (un poco) honor al título de este blog, comentaré dos noticias que, en este fin de semana, han roto la tendencia de los últimos tiempos: el Real Madrid ha ganado al Barça (en el Camp Nou), y Nadal ha vencido a Djokovic en la final de Montecarlo.

Se acabó la sección de Exteriores de este informativo. A continuación conectaré con el departamento de Información Interna.

Tuve un día tonto; por fortuna, con ese tipo de  tontería que nos lleva a reírnos de nosotros mismos, llena de pequeñas cosas que parece imposible sucedan todas en el corto tiempo de una tarde.

Soy la reina de los bonos de transporte de diez viajes: tengo cuatro diferentes, gracias a la Consejería de Transportes de la comunidad, que nos cobra tarifa doble de metro. Así tengo uno para ir hasta Madrid, otro para moverme por allí, uno más (combinado) que me permite trasladarme de mi pueblo a la capital y viceversa; y el billete de tren. Además, para hacerlo un poco más complicado, cuando voy a clase, también debo introducir el tique en las estaciones de salida.

Para que su búsqueda me resulte menos laboriosa, suelo meter los que voy a necesitar en el libro que leo mientras viajo, He de decir que había contemplando la posibilidad de que se me perdiesen.

Pues bien, el jueves, cuando preparé las cosas para irme, saqué de la cartera los dos bonos que necesitaría y los metí en el libro. Pero, cuando salí de casa con la carpeta, el abrigo y las llaves ¿lo adivináis? El libro se quedó, muy colocadito, en la mesa del ordenador. Y lo peor es que ni siquiera necesitaba la lectura en el viaje, porque, como no había hecho los deberes, en el trayecto pensaba dedicarme a esta labor.

Al llegar al metro fui consciente del error; y también de que no llevaba dinero, cuando intenté comprar otro bono. Pregunté si podía pagar con tarjeta. No podía.

Tampoco tenía tiempo de volver a casa, porque en ese caso llegaría tarde a clase Como tenía un bono combinado al que le quedaban dos viajes, podría ir y volver, pagando el doble por cada uno de los trayectos. Jurando en arameo por regalarle a la Consejería de Transportes el importe de dos billetes, me decidí por esta opción.

El resto del viaje de ida, sin novedad; la clase muy divertida.

Tren de vuelta. Mi compañera y yo íbamos enfrascadas comentando frases célebres apuntadas en un cuaderno. Cuando miramos por la ventana ¡nuestra estación! Corrimos hacia la salida, nos agarramos a las barras, asomamos la cabeza… y las puertas empezaron a cerrarse. Por decisión o por instinto, desistimos.

Por supuesto, tuvimos que volver. En el metro pagué de nuevo con el combinado de doble tarifa; como con este viaje se agotaba, pero debía introducirlo a la salida, lo guardé en el bolsillo del abrigo (al menos eso creo).

 En qué lugar del trayecto se perdió el billete es un misterio. En la estación de destino gasté un poco de tiempo buscando: escudriñé mis bolsillos, vacié el contenido del bolso; y volví a abrir el monedero, por si se había producido un milagro y aparecían los céntimos que me faltaban, para poder -al menos- pagar (una tercera vez) si la cosa se ponía fea.

A punto de llamar a casa para que vinieran a rescatarme, se me ocurrió contar la verdad al taquillero .



Me abrió la puerta de salida.

2 comentarios:

  1. A veces queda gente buena por el mundo...no mucha, es una especie en peligro de extinción...me gusta estar en la historia aunque sea de forma secundaria,
    Elena Duce

    ResponderEliminar
  2. Veo que seguimos haciendo de las nuestras. Creo que tenemos algún mal fario con el metro, (Consorcio de Transportes), que parece reírse de nosotros y de una manera u otra hacernos siempre pagar algún dinerillo extra. De todas formas me alegro de que por una vez encontrases alguien razonable, y es que a veces la verdad funciona.

    ResponderEliminar