lunes, 30 de abril de 2012

Reconciliación


La semana, que había empezado de viernes, cerraba el ciclo de lunes. Como siempre por la mañana, ya andaba tarde.  Y aún le faltaba peinarse.

Peinarse.

Hacía tiempo que había hecho las paces con su pelo y, desde unos años atrás, incluso le gustaba; ahora le parecía, además, que permitía muchas posibilidades de cambio sin necesidad de dedicarle demasiado esfuerzo.

Ya tenía decidido el aspecto que le daría ese día. Sería el mismo de aquella vez;  cuando su amiga le había comentado lo estupendo que le quedaba.

Por eso entró en el baño con tranquilidad, puso el tapón al lavabo, abrió el grifo, cogió el peine y, con mano y peine colgados en el espacio, se miró -y se vio- al otro lado. No se encontró especialmente guapa, ni fea, ni distinta. Se encontró ella misma. Sin pensar mucho lo que decía, le soltó al otro lado del espejo: este es todo tu equipaje.

Cerró el grifo y empezó a mojar el peine pasándolo por el pelo cada vez; primero la mitad izquierda, después la derecha, a continuación todo junto, sintiendo cómo iba tomando la forma que ella deseaba a medida que se humedecía. Muy despacio, disfrutando cada vez que, mecánicamente, repetía los movimientos precisos.


         Entendió el placer de damas cepillando largas cabelleras, una y otra vez, antes de acostarse.

Pensó entonces en viejas historias. En todas las veces que le habían hecho los mismos comentarios sobre su pelo, hasta conseguir que ella también lo odiara.

Sintió una dulce venganza sin remordimientos. Volvió a llevar el peine hasta el lavabo.

Sonrió.

1 comentario:

  1. Es lo bueno de crecer, aprendes a quererte... incluso a gustarte.

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