lunes, 20 de febrero de 2012

Dos canciones y yo

 



María dice que hay veces y momentos, en la vida, en los que las cosas nos buscan. Si es así, este fin de semana me ha buscado Robert de Niro y una película me ha encontrado.
Por otra casualidad, han llegado hasta mí, una a continuación de otra, dos canciones con algunas cosas en común. También con diferencias.
En otro momento comentaré las mentiras por las que me gusta Sabina.  Ahora quiero comparar esas dos canciones. Una es Otra vez, de Coti; la otra, Amor se llama el juego.
Las dos son canciones de amor o de desamor o, mejor todavía, del final de un amor. Al escucharlas seguidas, llamó mi atención una cierta similitud en la secuencia de palabras de algunos versos, y decidí comparar las letras con mayor atención. La primera tiene un ritmo más animado; la segunda sólo se anima en el estribillo.
Las dos hablan de cenizas, pero mientras en Coti aluden a la voz quebrada, Sabina las identifica como lo único que el placer deja tras de sí, cuando el amor termina.
El primero habla de “ceguera” y se refiere, bien a la obnubilación que no deja ver más allá o (si tenemos en cuenta el resto de la canción) a no querer ver. El segundo habla de “ciegos” queriendo significar que, en estos menesteres, las cosas nunca se ven demasiado claras.
A primera vista (o mejor, a primer oído) no me llamaron la atención –evidentemente- estas dos palabras perdidas entre muchas otras, sino los estribillos. En el suyo, Coti repite “y otra vez seremos dos extraños / otra vez volver a hacernos daño”; Sabina afirma que “amor se llama el juego / en el que un par de ciegos / juegan a hacerse daño”.
En el primer caso, Coti habla del daño inevitable cuando el amor ha terminado. Sabina, de que el amor siempre duele aunque en algunos momentos pueda resultarnos divertido, entretenido y absorbente (justo como un juego).
Me gusta el verso “y otra vez seremos dos extraños”. Creo que explica de forma magnífica el dolor provocado por el alejamiento de alguien a quién desearíamos tener muy cerca.
Coti afirma “y otra vez, tú y yo, por el bien de los dos”, y Sabina “y cada vez más tú / y cada vez más yo”. El primero añora volver a la unión por el (supuesto) bien común. En el segundo, la forma expresa la distancia (no física) creciente con el tiempo y sin posibilidad de retorno (el siguiente verso acaba con cualquier ilusión: “sin rastro de nosotros”).
La canción de Coti habla de pertenencias materiales (que probablemente importan un comino en ese momento); de estados de ánimo tras el abandono y de ambivalencias; de pequeños (o grandes) tributos pagados al amor y de las justificaciones inventadas para seguir pensando por dos, cuando volvemos a ser uno. Añora también, y de una bonita forma (“que me olvide tu olvido”) la solución mejor (al menos para el que escribe).
Sabina habla del amor que, primero, cambia (“hace demasiados meses / que…”) y, después, se apaga (“pero el tiempo de los besos y el sudor / es la hora de dormir”) con el paso del tiempo (“dedos miserables que […] dan cuerda a mi reloj”); sin culpables ni inocentes porque, una vez metidos en amores, todos somos “carne de cañón”. Se limita a constatar hechos y a escribir, a destiempo, una canción prometida (a lo mejor cuando era el momento le faltara el tiempo).
 “Y no hay lágrimas que valgan para volver…” No hay posibilidad de arreglar lo roto. Serrat dijo lo mismo de otra manera, para otras circunstancias, pero de forma igualmente demoledora y bella: “Es insufrible ver que lloras / y yo no tengo nada que hacer”
Para resumir: Otra vez añora a la persona porque aún se ama; Amor se llama el juego añora el amor mientras (todavía) se conserva a la persona. Si yo tuviera que elegir una de las dos canciones ¿imagináis con cuál me quedaría?

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