sábado, 31 de enero de 2015

Música y palabras

El Instituto Italiano de Cultura me había enviado una invitación electrónica para un concierto en el Círculo de Bellas Artes. En el correo sólo figuraban los nombres de los organizadores y el lugar, los artistas, completamente ignotos para mí, y el título, Una historia de mar y de sangre, que desde el inicio me produjo buenas sensaciones.

Llegamos pronto, y tras una hora de espera entretenida en amable conversación, accedimos a la Sala de Columnas donde nos esperaban unas sillas negras de incómoda apariencia, distribuidas a ambos lados de un pasillo central, con las tres primeras filas reservadas, y un piano sobre el escenario.

La cita se inscribía en los actos de conmemoración del septuagésimo aniversario de la liberación de Auschwitz, y estaba organizada por diversas instituciones europeas presentes en España. Representantes en nuestro país de la ONU, de los institutos francés, polaco e italiano, del Centro Sefarad-Israel, y del Instituto Goethe se encargaron de la presentación. Por fortuna, todos sus discursos fueron breves, incluso muy breves.

Después, comenzó el concierto.

Después, Michele Gaziche y Marco Lamberti nos proporcionaron un tiempo de emociones, y el descubrimiento de un cantor que recitaba o de un recitador que cantaba, en italiano, añoranzas de patrias perdidas e historias tristes, con músicas de influencia sefardí en las que el piano y la guitarra acompañaban a un violín que lloraba, gritaba o acariciaba en sintonía con los textos, encrespando el vello de los oyentes o provocando la fuga de alguna lágrima furtiva.

La leche negra del amanecer, se tituló la última canción del recital. Michele Gaziche nos explico que la frase forma parte de un poema cuyo autor, Paul Celan, había nacido en Rumanía, escribía en alemán, y vivía en Francia cuando decidió lanzarse al Sena desde un puente de París.

La leche negra del amanecer. Sugerente. Muy sugerentes la realidad  imposible de esas tres palabras y las evocaciones individuales que cada una de ellas esconde.

Después quise conocer más sobre esa leche que se me había quedado en la memoria. Este es texto de Michele Gaziche.

En la noche bebemos la leche oscura del amanecer
En la noche bebemos la leche oscura del amanecer
En la noche bebemos la leche oscura del amanecer
En la noche bebemos la leche oscura del amanecer

Vivir escribir cicatrizar el odio
Vivir escribir cambiar la lengua cambiar la ciudad
Vivir escribir amar amar amar otra vez
Vivir escribir también si todo alrededor se muere

Vivir escribir nuevos libros para nuevos ojos
Vivir escribir para las orejas aburridas del verdugo
Vivir escribir siento el rumor de las nuevas cadenas
Vivir escribir también si todo alrededor se muere

Yo no he olvidado a mi padre
Yo no he olvidado a mi madre
Yo no he olvidado la nieve
Yo no he olvidado la sangre
Yo no he olvidado
Yo no he olvidado…

Pero el río esta noche es un gran corazón negro
Y me acoge
Y me estrecha
Y apaga mi dolor.

Terminamos la noche en una cervecería, rodeadas de seguidores atléticos y culés. Ante una caña de cerveza, oíamos con indiferencia cómo en función de los goles cambiaban de bando alegrías y penas de manera simétrica.


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