lunes, 1 de diciembre de 2014

Mujeres

Por salud mental, hace ya tiempo que no pierdo el tiempo con  noticias redundantes ni comentarios obvios, lo que traducido significa que hace ya tiempo que no pierdo el tiempo en leer la información política de los diarios. Lo que me llega, viene de rebote o de forma tangencial.

Sin embargo, el periódico del domingo es uno de mis placeres habituales y preferidos  del fin de semana, un disfrute lleno de ritos creados sólo por mí y sólo para mí a lo largo de los años, en el que siempre encuentro dos cosas que me compensan de las malas noticias, los pasatiempos y los articulistas.

Puedo describir mi orden sin chuleta.

Primero el suplemento. En las páginas iniciales, las cartas al director, el artículo de Javier Cercas o el de Santiago Rocagliolo y el comentario de la foto de Millás; los titulares y la selección de los artículos que me interesan; pasar de largo por la publicidad encubierta de las páginas de moda y similares, y llegar a las dos últimas donde me esperan Rosa Montero o Almudena Grandes, y Javier Marías.

A veces empiezo por el final, pero es el orden lo único que cambia.

Luego llega el turno de los pasatiempos, también en un orden riguroso: kenkén, crucigrama, sudoku samurái y sudoku killer. A veces, sólo a veces, el damero maldito, que ni haciendo trampas consigo resolver siempre.

Lo último, el periódico. Después de leer la portada, lo empiezo siempre por el final. Manuel Vicent y la entrevista; Carlos Boyero, que no me gusta comentando cine, pero con el que he descubierto puntos comunes de asqueo; Alex Grijelmo y Elvira Lindo; a veces, si no escribe sobre política o no se pone demasiado liberal, Vargas Llosa. También me entretengo en las noticias culturales, en las de sociedad y en algunas deportivas, en las que echo de menos en los últimos tiempos a John Carlin.

Las secciones de economía, internacional y política nacional, ni las miro.

De vez en cuando me regalan un suplemento especial por el mismo precio: moda niños, moda hombre, moda mujer, o catálogos de Toysrus y El Corte Inglés, que envío directamente al cubo de la basura del papel. Hoy también había uno.

Mujeres, así se llamaba y no era publicidad. O tal vez sí.

Hablaba de mujeres, de nuestra desigualdad en el mundo, del techo de cristal, de lo que les cuesta llegar a lugares de poder, de su papel en el arte y el deporte, de todas esas cosas conocidas. Mujeres triunfadoras, poderosas e instaladas en la élite, que hablaban sobre los problemas de otras mujeres, pobres, perdedoras, parias.

Michelle Bachelet, Emma Bonino, Salma Hayek, Serena Williams, Zaha Hadid, Melinda Gates, Shakira… fuertes, luchadoras, influyentes, trabajadoras y valientes. Menos valientes que los millones de mujeres que en este acomodado mundo occidental nuestro, por no irnos muy lejos, pierden los mejores años de su vida en un trabajo imprescindible que detestan.

Que se ocupan de sus hijos, de todas las necesidades de sus hijos porque no tienen a otras mujeres, con sueldos menos suculentos, trabajo más duro y nula capacidad de influencia social, que se los recojan del colegio, se los lleven al parque, se los bañen o se los duerman con un cuento. Mujeres que hagan lo que hagan tienen mala conciencia, porque los que saben, es decir, los muchos hombres y las pocas mujeres que han conseguido llegar a ese grado de poder que implica influencia, les dicen que los niños necesitan pasar tiempo de calidad con sus padres, porque en caso contrario tienen más posibilidades de andar por la mala senda, que tienen que jugar e ir al parque, y estudiar inglés, y hacer deporte, y leer, y no ver demasiado la televisión.

Les dicen en definitiva que sus hijos necesitan su mucho tiempo, su mucho trabajo, su poco dinero.

Estas mujeres también vivirán en una casa, con cristales, con muebles y con polvo. La familia comerá, y ellas deberán hacer la compra.

Sí, las mujeres del suplemento hablan de su poder en nuestro nombre. No cuestiono su importancia, ni su transcendencia, ni la necesidad del cambio, pero su mundo de triunfadoras me deja indiferente.

Prefiero otras historias, pequeñas historias como el artículo de Almudena Grandes, con el que puedo identificarme a través de un personaje inventado que vive encerrado en sus íntimas limitaciones, con deseo de escape pero sin posibilidad de huida.

Pequeñas esperanzas y derrotas cotidianas que, esas sí, nos unifican a todas.

Y a todos.

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