viernes, 12 de octubre de 2012

Love story



Así se titula una película de los años 70. En la Wikipedia, que a su vez remite a una lista del American Film Institute, afirman que ocupa el noveno lugar entre las más románticas de la historia –del cine, por supuesto-.
En su momento tuvo un éxito considerable. Hoy, con la distancia del tiempo en la memoria, sólo puedo recordarla como un lacrimógeno dramón; nos hacía llorar ante la perspectiva de un amor  eterno, que nunca debió enfrentarse a la realidad de ver al otro en pijama día tras día.
En el filme pronuncian, dos veces, una frase que también gozó de su época de gloria: “amor significa no tener que decir nunca lo siento”. Primero la chica, consciente de la propia muerte, inminente y sin remedio, se la dice a su novio. En este contexto, implica la aceptación del dolor escondido en cualquier momento de placer.
Al final de la trama, el chico la repite a su padre, al enterarse este de que su hijo le había mentido para acomodarse a una idea preconcebida del progenitor; en lugar de contarle una realidad que le hubiera descubierto como mejor persona.
En cuestiones de amores, y dado lo difícil que resulta que las innumerables apetencias de dos resulten en todo momento coincidentes, difícil me parece no verse  abocados a pronunciar estas dos palabras.
Se me ocurren dos posibilidades. Una sería acomodarse en todo momento a los deseos del otro; la otra, actuar siempre según las propias apetencias.
En el primer caso nunca deberemos pedir excusas al amado; en el segundo, nos las ahorraremos frente a nosotros mismos.
Las dos tienen trampa y engaño.
Sin embargo la perspectiva de los años le da a la frase otra posible interpretación Si le quitamos la obligación que implica “tener que”, queda definido lo que por amor entiende el sexo masculino.

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