martes, 3 de septiembre de 2013

Ottavo giorno. No quieres caldo, pues te doy otro hotel



Sábado, 31 de agosto

Sin ningún plan previsto de antemano, una vez en la plaza San Marcos hemos decidido visitar una exposición, espléndida, de Manet, en el Palacio Ducal, lo que nos ha permitido ver su claustro y una parte mínima del suntuoso interior, incluidos los espacios de una sala de mapas que dejaban libres los paneles sobre los que estaban colocados los cuadros.

La otra alternativa era el teatro de La Fenice; pero sin tiempo para más, nos hemos tomado un café, barato, de tres euros y nos hemos dirigido a la estación en el vaporetto que circula por el Gran Canal.

Era la primera vez que lo cruzaba entero desde el interior, y al atravesarlo se me han hecho patentes la gran cantidad de canales que atraviesan la isla y, por primera vez, algo del romanticismo que a esta ciudad se le supone.

Por fin el tren nos ha sacado de Venecia. Personalmente creo que esta es la forma más bonita de entrar (sobre todo) y salir de la ciudad, rodeados de agua a ambos lados de la ventanilla y la ciudad o el continente en el horizonte.

Así hemos llegado a Verona, a un hotel clon del anterior, y nos hemos encontrado una ciudad señorial, con muchísimo ambiente, en la que a partir de las ocho la gente empieza a desfilar hacia La Arena.

Hasta nos hemos cruzado con la zona de copas. ¡Lástima que una no tenga edad (ni ganas) para tales menesteres.

Por el puente Garibaldi hemos cruzado a la otra ribera del río Adige, para volver por el ponte Scaligero que volvieron a construir, siguiendo el modelo original como imitación de un castillo, después de que quedara derruido en la Segunda Guerra Mundial.

Tras la cena, en una bella plaza, vecina a su vez de la plaza dei Signori, nos esperaba un concierto de jazz.

Tras escuchar un par de canciones lo hemos abandonado, porque era tarde y yo quería ponerme al día con los deberes. Mas, al llegar a la habitación, no hemos podido enchufar el ordenador (las clavijas del enchufe eran pequeñas) y hemos sido incapaces de encontrar los canales de la televisión.

Ante semejante situación, un ataque de risa nos ha devuelto la tranquilidad.

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