Mi parapeto contra el frío está constituido por camiseta y pantalones térmicos, otros pantalones con forro polar por debajo y capa impermeable aunque fina en el exterior, sudadera, abrigo de plumas, gorro, bufanda y guantes. ¿El resultado? Que ir al baño resulta ser una tarea muy dificultosa. Procuro beber poco durante el día para visitarlo lo menos posible.
Hoy hemos pasado la mañana y parte de la tarde envueltos en
múltiples acentos castellanos con los
españoles en minoría, lo que me ha recordado el potencial de una lengua con tantos
millones de hablantes en ámbitos geográficos tan diferentes y distantes.
Hemos recorrido los restos y la recreación del campo de
concentración de Sachenhausen, hemos visto fotografías y hemos conocido
historias, pero en la tranquilidad y el silencio del lugar y en la blancura de
los campos cubiertos de nieve, entre la suavidad de nuestras pisadas era muy
difícil imaginar el horror, la miseria, el hambre, la muerte. Y el frío.
En la comodidad de mi estado de turista bien pertrechada no
he podido individualizar víctimas de la maldad sin sentido. Tampoco verdugos.
Por la tarde hemos tomado un café en un bar de los que ya casi
no quedan en Madrid, de luces matizadas y conversaciones tranquilas, de
solitarios, parejas o tríos, de lecturas, y de trabajo o placer con el portátil,
en un gesto de adaptación a los tiempos.
En el exterior tenía luces de colorines y le he dicho a
Jorge que en España habríamos pensado en un club de alterne. Me ha contestado
que estoy un poco retrasada, que me dé una vuelta por Malasaña y que
clarísimamente estábamos en un bar de híspers.
Clarísimamente, también, le he tenido que preguntar qué era
un hisper.
Hemos terminado la tarde noche, en el sentido literal,
porque era nuestra tarde pero hacía un buen rato que había anochecido, paseando
la East Gallery, es decir el tramo
del muro pintado con grafitis por artistas de todo el mundo. Algunos son
fantásticos, y el conjunto es muy curioso por las diferentes interpretaciones sobre
un mismo hecho que pueden contemplarse juntas.
A pesar de que los carteles avisan de que “manchar las
pinturas puede acarrear multas de 95.000 euros”, lo cierto es que hay tramos
que están llenas de otros grafitis sobrepuestos, firmas, dibujos y textos,
entre los cuales no podían faltar algunos en nuestra lengua madre.
Después de cruzar el Spree, que según Jorge es poco más río que el Manzanares por
el puente Rojo, llamado así por el color de los ladrillos y no de la política
hemos vuelto al hotel en metro. Estamos amortizando bien el billete de turista.
Por cierto, que ayer se me olvidó comentar que en los
accesos al metro y al tren no existen tornos ni controles de ningún tipo. Sí
hay revisores.
Hola Pe:
ResponderEliminarMe encanta leer tu cuaderno de bitácora.
Es posible que cuando escribes "hísper" es exactamente como quieres hacerlo, pero si no estoy mal informada se les denomina "hipster".
Un beso y a seguir disfrutando
Hola Pe:
ResponderEliminarMe encanta leer tu cuaderno de bitácora.
Es posible que cuando escribes "hísper" es exactamente como quieres hacerlo, pero si no estoy mal informada se les denomina "hipster".
Un beso y a seguir disfrutando