Hemos tenido un día sin gorro, sin bufanda, sin guantes y con el abrigo abierto que casi molestaba; anoche llovió y hoy a ratos bajaba la niebla para dar a los palacios y jardines y a la Puerta de Brandeburgo un aspecto fantasmagórico de película de misterio. Este veinticinco de enero hemos caminado una barbaridad.
En días anteriores se me olvidó comentar la estratégica
situación de nuestro hotel, al lado de Zara, H y M, Pull and Bear, Levis,
Saturn y el resto de tiendas presentes en todas las ciudades del mundo. Lástima
que ir de compras no sea lo mío. También queda al lado de la famosa iglesia
derruida de Berlín que no sé cómo se llama.
Bueno, ahora sigo sin saber su nombre, pero por si a alguien
le interesa su denominación completa es iglesia
evangélica luterana Kaiser-Wilhelm Gedächtniskirche. He preguntado a san
Google.
Como ayer adelanté, hoy hemos dirigido nuestros pasos, mejor dicho, el tren nos ha conducido, a Postdam, lugar conocido, según me ha hecho saber Jorge, como La Versalles de Alemania, y que tras la división del país quedó enclavada en la RDA.
Es una ciudad relativamente pequeña, según el mapa, porque
no la hemos recorrido entera (por razones obvias); señorial, con grandes casas
o palacetes de piedra maciza y bella factura, y con hermosos jardines en
general bien conservados y muy cuidados; regia, porque sólo en el parque de
Sanssouci se ubican tres palacios de reyes o emperadores de la época prusiana,
uno de ellos declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco; con varios
ríos y múltiples lagos que hemos visto con hielo, pero no helados; histórica,
porque en una de sus iglesias se saludaron por primera vez el presidente de la
república Hindenburg y el entonces todavía sólo canciller Adolf Hitler, en uno
de sus palacios se juntaron Truman, Stalin y Churchill para celebrar la
conferencia que lleva el nombre de la ciudad y decidir el futuro de Alemania
tras la guerra, y en otro se concretaron
los detalles y se decidió la Solución Final.
Seguro que la ciudad contiene muchos más detalles interesantes,
pero no hemos tenido tiempo para descubrirlos.
Hemos gastado la mañana paseando por los inmensos jardines
palaciegos, casi bosques, y rodeando sus egregios edificios porque al ser lunes
estaban cerrados, y hemos descubierto que protegen a las estatuas tapándolas
con una especie de caseta de madera hecha a medida para cada una. Supongo que
el invierno de la zona es dura hasta para las piedras.
Dispuestos a comer, el primer restaurante que hemos
encontrado tenía nombre español, empezaba por «M» y la M tenía unos cuernos.
Nos ha sonado a toros y como teníamos hambre y estábamos cansados
hemos entrado. Efectivamente, en su carta había patatas «arrugadas» y pimientos
de padrón, pero también otras viandas que nada tienen que ver con nuestras
especialidades culinarias.
Hemos comido estupendamente escuchando la música de Chavela Vargas y… Sabina. ¡Sorpresas de salir de casa!
Después, Jorge no quería ir al puente de los espías
(Glienicke); opinaba que estaba demasiado lejos, que era estúpida mi pretensión de visitarlo
sólo porque lo había visto en una película, y que si no hubiésemos ido al cine
antes de venir, yo desconocería su
existencia no hubiera propuesto ir hasta allí. He utilizado como
contraargumentos las afirmaciones de que tengo muchos más años que él, que
cualquier día de estos me dolerá una pata, o el brazo, o los pies, o todo a la
vez que él dispone de la ventaja del tiempo para volver a Posdam, que mientras
pueda no quiero perderme nada, y que efectivamente, lo malo de la verdad es que
una vez que la conoces, pierdes las excusas y no puedes volver a la ignorancia.
A cuenta de este último punto hemos mantenido una pequeña charla filosófica.
Y hemos ido al puente. Y lo hemos cruzado.
Luego hemos vuelto a la estación en tranvía.
Al llegar a Berlín nos hemos dedicado a callejear, a hacer
fotografías y a retratar los adoquines que recuerdan el recorrido del Muro, la
Cancillería de Ángela Merkel (por el momento), algunos de los muchos edificios modernos
e iluminados de oficinas y ambos lados de la Puerta de Brandemburgo.
También hemos visto una manifestación con casi más policías
que manifestantes, pero como no sabemos alemán desconocemos sus
reivindicaciones.
Mañana vuelvo a Madrid.
Berlín es el siglo XX reconcentrado, una ciudad surgida
de los escombros, con calles anchas y plazas grandes, con muchos edificios reconstruidos y muchos otros nuevos. Una ciudad conocedora y docente de su pasado.
Yo vine a buscar su historia y no me ha decepcionado.