martes, 22 de septiembre de 2015

Vacaciones

Habitualmente no compro revistas del corazón, o lo que es lo mismo prensa rosa, o lo que viene a significar ídem, cotilleos.

Habitualmente, pero en las últimas semanas he hecho muchas excepciones a esta regla, siempre con la misma actitud.

Tras echar un ojo a todas las portadas y comprobar que sólo variaban en la proporción relativa del tamaño de la foto de los mismos “personajes”, cogía una cualquiera. Después, para cambiar de actividad y por aburrimiento, leía los titulares grandes y se la pasaba a mi madre que se encargaba de amortizar la compra.

Pero un día sí que elegí. Ese día llamó mi atención la portada de Hola, con la foto (y la exclusiva) a página completa de Preysler y Vargas Llosa en Nueva York, inaugurando una tienda.

De golpe me produjo urticaria la visión de tanto dulzor, tanta azúcar, tanta melaza, tanta miel y tantas rosas, tanto trapo de diseño, tanto maquillaje insuperable, tanto pelo en su sitio, tanta falta de arrugas, tanto artificio, tanto estilo, tanta importancia, tanta expectativa, tanta mentira, tanta perfección, tanta sonrisa,  tanto amor, tanta felicidad.

Tanta mierda.

Al final opté por la publicación que mostraba en primera página las cuitas y contratiempos mucho más a mi medida de María Teresa Campos y su hija, no recuerdo si era  Lecturas o Semana.

He de decir que no acerté con la elección, porque entre los colaboradores con sección fija encontré a J. J. Vázquez, y me jodió que a consecuencia de mi ignorancia una parte del euro y pico que yo había pagado por la revista acabara en sus manos.

Hoy he comprado Pronto.

Y mañana volverá la rutina.

Se acaba el verano y terminan mis vacaciones. De ambos quedarán el calor insoportable de julio, cenas y cafés en compañía de amenas conversaciones, algunas risas, los libros leídos, muchas reflexiones, el vermú en Casanova el día de San Roque, el fin de semana en el pueblo de Begoña, la simpatía y vitalidad de mi sobrina, los reencuentros, el estupendo concierto de Serrat de anoche a pesar de la egolatría de algunas espectadoras, y la fiesta del cinco.

Del resto… digamos que el tiempo más apetecible lo gasté limpiando la cocina.

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