Determinados sectores interesados suelen afirmar que “el medio es el
mensaje”.
No debió ser el caso de algo que llegó a mi conocimiento no hace mucho
tiempo. Sé que no me vino como noticia, sino como comentario escrito o como
parte de un diálogo cuyas circunstancias no soy capaz de recordar. Lo que está
claro es que, en mi caso, el medio fue insignificante.
Una chica, sobre los veintitantos años, recordaba los abusos sexuales,
repetidos, que su hermana había sufrido cuando ambas eran pequeñas por parte de
su padre hecho que, aún siendo impactante, no fue lo que más llamó mi atención.
Lo que me impresionó fue que la muchacha afirmara que, en aquella infancia
violada, ella “estaba convencida de que su
padre quería más a su hermana, porque a ella nunca iba a visitarla por las
noches”.
Escuchando aquella confesión pensé en cuan frágiles y vulnerables son las
bases sobre las que se construyen los aprendizajes fundamentales de la
infancia.
A continuación rememoré la película No
tengas miedo, que cuenta también una historia sobre el mismo tema, también
de una chica y también de veintitantos.
La vi cuando la estrenaron y he olvidado muchos detalles, pero creo
recordar que la trama habla del periodo en que los abusos se produjeron, de la
época en que la chica toma consciencia de la historia y de sus pasos, adelante
y atrás, hasta conseguir finalmente tomar las riendas de su vida; de la
ambivalente relación con su padre y de las dudas sobre los conocimientos, la
actitud, el papel y (indirectamente) los miedos de la madre.
La protagonista de la historia tiene un amor y una afición; o dos amores; o
dos aficiones: su novio y tocar el violonchelo; cuando deja al novio y abandona
al violonchelo, empieza a caminar alegremente y la película termina. Todo un símbolo.
En esto pensaba yo el lunes por la tarde, mientras caminaba por la laguna
tranquila y solitaria, vestida todavía con traje de primavera, contemplando el
espejo del sol poniente sobre la superficie del agua y siguiendo el ritmo de la
música que a veces escuchaba con mi padre.
En soltar el vilonchelo para caminar con pies ligeros.
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