jueves, 26 de diciembre de 2013

Confesiones

No extrañéis, dulces amigos,
que esté mi frente arrugada.
Yo vivo en paz con los hombres
y en guerra con mis entrañas.
Antonio Machado

La primera vez que leí estos versos mi frente aún estaba lisa; pero en la belleza de las palabras descubrí una realidad que, sin gustarme, me identificaba. Muchos años después las arrugas ya han aparecido.
No soy persona que se encariñe con las cosas más allá de su utilidad práctica. Hay muchos elementos de todos los que hemos inventado y de los que nos podemos rodear que me gustan, pero ninguno al que me costara renunciar; tal vez porque los objetos constituyen sucedáneos de algo todavía por encontrar.
En este contexto de no valoración existen, no obstante, un par cosas, exclusivas y ganadas a pulso, de las que me siento orgullosa. Que al mundo, o a quien quiera que represente al mundo en este caso, le traigan al pairo, me la refanfunfla.
Una es este cuaderno de bitácora liberador de mis malos instintos. Y con el que he descubierto que, de una u otra manera, puedo explayarme sobre las cosas que me importan, obviar las opiniones ajenas, aclarar mis ideas, reflexionar, decir tonterías y jugar con las palabras.
 Otra son mis amigas. Mis distintas amigas.
Y todas las chicas con las que en los últimos tiempos descubro puntos de encuentro; tal vez porque compartir la misma franja de edad nos conduce a compartir inquietudes, tal vez por circunstancias vitales más o menos parecidas, tal vez porque –más allá de diferencias aparentes- es con las que acabo encontrando situaciones anímicas paralelas.
Esperando no olvidarme de ninguna de las que en los últimos tiempos he sentido cercanas en algún momento, empezaré por Begoña. Una amistad de muy largo recorrido que comenzó un lejano día en que ella se empeñó en ser mi amiga, arriesgándose a pincharse con mis espinas, y que ha evolucionado desde nuestra extraña adolescencia hasta lo que ahora compartimos.
      Nuestra relación ha resistido a bodas, a bautizos, a los barrios feos, a la convivencia, a amores que matan y a amores que murieron, al tiempo y hasta a las malas compañías.
Aún recuerdo las primeras discusiones cuando me decía que le gustaba mi pelo y yo no podía creerlo. Tras tantos años no ha cambiado de opinión y continúa afirmando que le gustan (considero oportuno aclarar que sólo a nivel estético) mi pelo y mi culo.
María, las múltiples inquietudes compartidas y nuestra amistad creciendo en la misma medida en que nuestros hijos aumentaban de tamaño. Ahora ellos no nos necesitan, pero yo (y espero que también viceversa) sigo necesitándola. Después de todo, nuestra relación ha sobrevivido también, en este caso, a sus disputas de niños.
Sólo me frustra una cosa de ella: conoce tanto de cine que es imposible descubrirle una película.
Mercedes, en la que tantas veces encuentro mis mismas inseguridades y puntos débiles; aunque me da la sensación de que ella al menos conseguía desquitarse un poco cada vez que soltaba el zapato.
Toñi, en la que veo circunstancias e interpretaciones personales que también forman parte de mi vida.
Montserrat y Consuelito. Las que soportan y respetan mis silencios.
Montserrat, tan pendiente siempre de los demás que llega a resultarme incomprensible. Tan dispuesta a encontrar el lado bueno de las cosas. Tan buena persona que a veces tengo tentaciones de decirle que suelte el zapato, aunque sea contra mí
Con ella mantengo la (des)esperanza de escucharla cantar en un coro de verdad, en algún lugar que la merezca.
Consuelo, tan discreta que cuando la conocí me planteaba si tenía opinión propia sobre algo, o si algún tema le interesaba. El tiempo me ha demostrado que sólo meditando mucho y analizando cada detalle se puede llegar a ser tan sabia.
Amparo. A la que creo haber descubierto detrás de la máscara de hiperactividad que la oculta, y a la que nunca pensé que echaría tanto de menos.
Raquel, que siempre me muestra su agradecimiento por algo que interpreté de corrido.
Lolita. El mundo, simplemente, la necesita, porque su presencia lo transforma en un lugar más amable.
Sonia, la persona más fuerte y valiente que conozco, a la que su mente analítica no impide viajar en el tren de la vida.
Al margen de nombres, recuerdo conversaciones que me han devuelto la fe en la comunicación más allá de emisor, receptor, mensaje código y canal, algunas de las cuales, sin embargo, desearía no haber mantenido nunca.
Con Cristina, una noche de fiesta, sobre un tema que normalmente no surge en esas circunstancias; con Mari Tere, una mañana de verano; con otra Cristina, a la que hace mucho tiempo manifesté la posibilidad de encontrar un lugar común  al margen del trabajo, y ahora siento que lo hemos logrado. Con  Esperanza, en estos días más cercanos.
Creo que mi harén ya está completo. Que están todas las que son.
Y desde luego son todas las que están.

Puede que esta entrada resulte dulzona e infumable. Mas hoy necesitaba hacer recuento de la gente importante que he ido encontrando por el camino y que comparte esta agreste estación de mi existencia.

2 comentarios:

  1. Muchísimas gracias por ser tan generosa e incluirme en este club tan exclusivo. Me emociona contemplar la ternura de tus palabras, cuyo sentimiento, sólo puede brotar de un corazón joven, dispuesto a renacer cada día. Eternamente agradecida por el bien que nos regalas.

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  2. Eres una persona con mucha suerte porque tienes una gran cantidad/calidad de amigas con quien compartir el devenir del camino. Yo me siento orgullosa de pertenecer a ese grupo y me alegro de ser necesitada y de necesitarte. No creo que sepa tanto de cine y gran parte de las películas vistas las he descubierto contigo.
    Me alegro de conocerte.

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