Desde antes de
Semana Santa habíamos tenido varios viernes de café y algunos de distintos compromisos.
Hoy, por fin, hemos retomado el cine. La película elegida en esta ocasión tiene
(como tantas, a estas alturas) una pequeña historia detrás.
La había visto
en los primeros tiempos del Canal Plus; cuando no era digital, resultaba bastante
más barato y sus propuestas lo diferenciaban claramente del resto de canales. Cuando (casi) todas las noches esperábamos, tranquilamente sentados en
el sofá, a que comenzara la película del día y pocas veces nos
decepcionaba. Después llegó la multiplicidad de canales y con ellos el abuso,
pero no una mejor programación.
En aquel
entonces me gustó tanto como para que su título se quedara en mi recuerdo,
junto con la idea de volver a ella en ocasión propicia. Pero la productora la
descatologó y, o no la han vuelto a poner en televisión, o no ha coincidido su
emisión con mi tiempo.
Conseguí una
copia en DVD, que coloqué en su lugar correspondiente sin que llegara a encontrar
momento de verla. Cuando comenzamos estas sesiones, inmediatamente la recordé y
quise disfrutarla con las chicas; pero cuando la busqué ... no estaba.
A partir de ahí
comenzó un interesante periplo, siguiendo todas las ideas que se nos iban
ocurriendo a medida que fracasaban los intentos anteriores. Gracias Montserrat,
sin tu ayuda y sugerencias, nunca lo hubiera conseguido.
Tras revolver
hasta los cajones más inverosímiles de mi propiedad, acudimos a las bibliotecas
de la Comunidad de Madrid y después, el resto de centros públicos donde
pensábamos que pudieran existir videotecas; a continuación ampliamos la
búsqueda a Castilla León y tiendas con catálogo en Internet; encontramos una de segunda
mano que tenía la cinta en vídeo, con la posibilidad, de grabárnosla en DVD y
enviárnosla a casa; en Barcelona localizamos una copia en este formato más
barata, pero con gastos de envío resultaría más cara.
Finalmente, una
compañera la localizó en un videoclub, al lado de su casa, y me la entregó de
un día para otro. ¡Gracias!
Había que
encontrar entonces el momento para verla. Y ese día ha sido hoy. ¿El título? Los rebeldes del swing.
La película
empieza en 1932, se desarrolla en Berlín, y cuenta la historia de un grupo de
amigos adolescentes a los que les gusta escuchar y bailar este tipo de música. No eran
buenos tiempos ni buen lugar para disfrutar con según qué cosas pero, sobre
todo, era un mal momento para los chicos que debían encontrar su lugar en el
mundo.
Por supuesto,
la amistad será puesta a prueba: por una sociedad absolutamente radicalizada, por
las circunstancias personales y por la evolución de cada uno de ellos.
Un muchacho que
sigue en su comportamiento el modelo dictatorial de su padre (aunque,
curiosamente, este no sea nazi); otro que intenta encontrar su verdad a la vez
que busca certezas sobre un progenitor ausente; uno rico, otro pobre. Chicos,
todos, a los que nadie da respuestas que deberán encontrar por sí mismos.
Hay también un
idealista, con el que es imposible no sentirse identificado; algo muy fácil a
posteriori, sentados en el sofá de casa, cuando sabemos el resultado de la
historia y conocemos (¿sólo teóricamente?) la opción correcta. La pregunta que
subyace continuamente es si el idealismo -en sociedades en las que equivale a
jugarse el tipo- vale el precio pagado por él.
¿La respuesta
de la película, según mi
interpretación? Sí, si tenemos a alguien tan cercano como para situarlo por
encima de las circunstancias. Y no tiene por qué ser, necesariamente, un padre
o un hijo.
Tras tanto reivindicar el raciocinio, nos salva (o nos hunde) el corazón.
Oh, ¡vaya!, por fin se ha dado la ocasión...
ResponderEliminarEspero que puedas prestarme la película para re-visualizarla después de tantos años...
Guardo el mismo grato recuerdo de aquel momento en que vimos juntas, por primera vez, esta historia que nos convenció.
¡Enhorabuena, por lo que parecen unos viernes estupendos!
Tendrás que decirnos en qué videoclub la conseguiste para poderla ver.
ResponderEliminarCómo no sentirte identificado con el idealista. Todos, en mayor o menor medida, lo hemos sido, incluso lo somos, y de vez en cuando, rebrota la ilusión por conseguir lo que, a priori, parece inalcanzable. Y es que la vida, a veces, no es como uno se la imagina, y para poder seguir tirando, es necesario trazarse nuevos caminos. Caminos que inicialmente pueden no ser fáciles, pero no por ello menos apasionantes. La incertidumbre puede ser un revulsivo en la vida y convertirse en el antídoto de la monotonía