Para hacer (un
poco) honor al título de este blog, comentaré dos noticias que, en este fin de
semana, han roto la tendencia de los últimos tiempos: el Real Madrid ha ganado
al Barça (en el Camp Nou), y Nadal ha vencido a Djokovic en la final de
Montecarlo.
Se acabó la
sección de Exteriores de este informativo. A continuación conectaré con el
departamento de Información Interna.
Tuve un día
tonto; por fortuna, con ese tipo de tontería que nos lleva a reírnos de nosotros
mismos, llena de pequeñas cosas que parece imposible sucedan todas en el corto
tiempo de una tarde.
Soy la reina de
los bonos de transporte de diez viajes: tengo cuatro diferentes, gracias a
la Consejería de Transportes de la comunidad, que nos cobra tarifa doble de
metro. Así tengo uno para ir hasta Madrid, otro para moverme por allí, uno más
(combinado) que me permite trasladarme de mi pueblo a la capital y viceversa; y
el billete de tren. Además, para hacerlo un poco más complicado, cuando voy a
clase, también debo introducir el tique en las estaciones de salida.
Para que su
búsqueda me resulte menos laboriosa, suelo meter
los que voy a necesitar en el libro que leo mientras viajo, He de decir que había
contemplando la posibilidad de que se me perdiesen.
Pues bien, el
jueves, cuando preparé las cosas para irme, saqué de la cartera los dos bonos
que necesitaría y los metí en el libro. Pero, cuando salí de casa con la
carpeta, el abrigo y las llaves ¿lo adivináis? El libro se quedó, muy
colocadito, en la mesa del ordenador. Y lo peor es que ni siquiera necesitaba
la lectura en el viaje, porque, como no había hecho los deberes, en el trayecto
pensaba dedicarme a esta labor.
Al llegar al
metro fui consciente del error; y también de que no llevaba dinero, cuando
intenté comprar otro bono. Pregunté si podía pagar con tarjeta. No podía.
Tampoco tenía
tiempo de volver a casa, porque en ese caso llegaría tarde a clase Como tenía
un bono combinado al que le quedaban dos viajes, podría ir y volver, pagando el
doble por cada uno de los trayectos. Jurando en arameo por regalarle a la
Consejería de Transportes el importe de dos billetes, me decidí por esta opción.
El resto del
viaje de ida, sin novedad; la clase muy divertida.
Tren de vuelta.
Mi compañera y yo íbamos enfrascadas comentando frases célebres apuntadas en un
cuaderno. Cuando miramos por la ventana ¡nuestra estación! Corrimos hacia la salida,
nos agarramos a las barras, asomamos la cabeza… y las puertas empezaron a
cerrarse. Por decisión o por instinto, desistimos.
Por supuesto,
tuvimos que volver. En el metro pagué de nuevo con el combinado de doble tarifa; como con este viaje se agotaba, pero debía introducirlo a la salida, lo guardé
en el bolsillo del abrigo (al menos eso creo).
En qué lugar del trayecto se perdió el billete es un misterio. En la estación de destino gasté un poco de tiempo buscando: escudriñé mis bolsillos, vacié el contenido del bolso; y volví a abrir el monedero, por si se había producido un milagro y aparecían los céntimos que me faltaban, para poder -al menos- pagar (una tercera vez) si la cosa se ponía fea.
A punto de llamar a casa para que vinieran a rescatarme, se me ocurrió contar la verdad
al taquillero .
Me abrió la
puerta de salida.
A veces queda gente buena por el mundo...no mucha, es una especie en peligro de extinción...me gusta estar en la historia aunque sea de forma secundaria,
ResponderEliminarElena Duce
Veo que seguimos haciendo de las nuestras. Creo que tenemos algún mal fario con el metro, (Consorcio de Transportes), que parece reírse de nosotros y de una manera u otra hacernos siempre pagar algún dinerillo extra. De todas formas me alegro de que por una vez encontrases alguien razonable, y es que a veces la verdad funciona.
ResponderEliminar