La interpretación errónea de una sola palabra en un texto y sus consecuencias me condujeron, ayer, a meter la pata. La pata, el cuezo, la gamba, y todo lo que se pueda meter en este sentido. Dije algo que debí callar.
Ocurre que todos tenemos una imagen de nosotros mismos, más o menos coherente. En esa imagen hay cosas que no nos gustan, otras que nos son relativamente indiferentes, con las que convivimos sin hacernos preguntas, y algunas pocas que (al menos en determinados momentos) nos hacen sentir encantados de conocernos.
En general, tendemos a interpretar como errores nuestros actos cuando, por la circunstancia que sea, no conducen a las consecuencias exactas que habíamos previsto; lo cual no deja de ser otro error añadido, porque es muy difícil –si no imposible- prever todos los hechos que nuestros actos provocarán. Podemos calcular mal, pueden surgir circunstancias imprevistas, podemos omitir en nuestro cálculo datos importantes e, incluso puede ocurrir, que todo suceda según lo pensado y, sin embargo, el resultado final no nos satisfaga porque nosotros hayamos cambiado con el camino.
A veces, sin siquiera la excusa de lo inevitable o el triste consuelo de poder echar la culpa a otros, nuestro comportamiento contradice algún aspecto personal que valoramos como positivo en nosotros mismos. Bajo mi punto de vista, estos son los errores más difíciles de digerir porque nos conducen a preguntar(nos) cómo somos y si somos como pensamos; quién es, en realidad, ese individuo vestido con nuestro traje.
En estos casos los demás (aquellos en quienes confiamos, a los que siempre acudimos) suelen mostrarse comprensivos; buscarán explicaciones que nos justifiquen, intentarán quitar hierro al asunto y nos mostrarán nuestro mejor perfil.
Pero no podrán consolarnos. El bálsamo sólo llegará cuando admitamos que hicimos algo que nunca debimos hacer. Y que nada podrá cambiar esta realidad.
Solemos olvidar que el reinicio nunca es una opción disponible en este juego lo que, bien mirado, no me parece malo del todo. Así que, puestos a ser optimistas, lo único que nos queda es utilizar lo aprendido en la siguiente partida.
¡Madre mía, qué filosófica estás! Creo que en tu disertación eres demasiado tajante, porque pueden surgir ocasiones que tus acciones o palabras las hayas interpretado como errores y sin embargo, ¿se puede calificar de error, algo que hayas hecho o dicho, y que a la larga te haya proporcionado una lección de vida? Creo que algunos de los descubrimientos físicos se han producido “gracias” a errores.
ResponderEliminarYo no sé si es que no le doy a la vida el tiempo suficiente como para pensar y prever lo que va a pasar. Si que, a la edad que tenemos, tengo una línea de actitud y comportamiento que sigo, para encontrar lo que creo que quiero. Aunque, de vez en cuando, hay que saltarse el guión, debemos demostrarnos que estamos vivos, haciendo algo que nadie, ni nosotros mismos, esperábamos, es aquí donde pueden surgir dudas, pero quien no duda…NO VIVE, y al vivir uno se puede equivocar, o no, pero el error es no intentarlo.
Mari Soni, como (casi) siempre estoy completamente de acuerdo con lo que dices. Es sólo una cuestión de espacio. Si quisiera considerar todas las variables, escribiría un libro.
EliminarPero me da el punto y escribo sobre algo puntual aunque a veces, con posterioridad, matizo (o cambio) mis opiniones.
Besos,
Pilar