Imaginemos que has hecho un examen, pero el día que dieron las notas no fuiste a clase. El profesor las ha publicado en el tablón de anuncios, ordenadas por orden creciente del número de DNI de los alumnos; sin nombre ni apellidos.
Como toda la vida, te pones en contacto con un compañero y le dices que, por favor, pregunte tus calificaciones y te las diga después.
Nanay. Muy amablemente, le será comunicado que SPD (léase siempre "Santa Protección de Datos") protege tus notas y que busques otro camino. Por supuesto, son esas mismas que al final conocerá toda la clase porque las comentaréis y, como toda la vida, tendrás que soportar al necio presumido que siempre saca dieces y, a lo mejor como toda la vida, tendrás que decir que has vuelto a suspender.
Segundo asalto. Tu ex ha tenido un niño con su nueva pareja y estás encantado porque por fin ha borrado tu número de la memoria del móvil y ya no te manda llorosos correos todos los días.
En un arrebato de felicidad, compras el ramo de flores más grande y vistoso de la tienda, te subes en el primer taxi libre y te diriges al hospital que toque, sección Maternidad. Esperas tu turno y con tu mejor sonrisa le preguntas al recepcionista: "buenos días; ¿sería tan amable de indicarme en qué habitación se encuentra fulanita de tal?" Has cumplido todas las normas de la buena educación.
Iluso. Si no has leído el cartel situado en el lugar más visible, esa persona te contestará, también muy amablemente por supuesto, algo así como "lo lamento señor, pero no estamos autorizados a dar datos personales de los enfermos". El número de habitación, a partir del internamiento en el hospital que el azar determine, forma parte de tus cosas más inviolables.
Con cara de imbécil tendrás que decidir qué haces con las flores.
Continuamos. En la empresa, ha sido el último día de trabajo antes de las vacaciones y todos estáis encantados de perder de vista al jefe durante quince días. Decidís celebrarlo tomando una copa que se convierte en dos, tres... tampoco vamos a ponernos quisquillosos contando.
Cuando la fiesta termina, decides irte andando a tu casa para ver si con el aire se te pasa el mareo; pero el aire te sienta fatal y te mareas de verdad. A lo largo de la tarde - noche (tampoco es momento de hacer memoria) has perdido el teléfono, y con él cualquier posibilidad de comunicación con tus conocidos porque ¡a ver quién se aprende los números mientras existan tarjetas!
Por fortuna algunas cosas siguen funcionando como siempre (de momento). Dos chicos que hacen footing en el parque te encuentran, te llaman y , como no respondes, avisan al 112. Una ambulancia te lleva al hospital. Como era de esperar te atienden de modo muy profesional; pero desconocen todos tus contactos y no pueden violar tus inviolables datos personales que, por otra parte, son los que figuran en el DNI, único elemento en tu cartera junto con los cinco euros que te han sobrado de la juerga.
Posibles soluciones en esta situación:
1.- Los médicos piden a algún administrativo que llame al juzgado para que, mediante la extensión de la oportuna orden judicial, autorice buscar en la guía telefónica el número de tu casa y así avisar a tus familiares.
2.- Llaman a Radio Nacional de España para que, al final de las noticias, emitan un comunicado lleno de eufemismos y circunloquios en el que tu familia no te reconocerá. Será más o menos así: "se encuentra reposando en una institución del centro de la península Ibérica (por ejemplo) una persona cuyo nombre responde a las iniciales... ".
El enunciado continuará con tu descripción física y tu vestimenta que, como están al alcance de cualquiera que no sea ciego, se suponen datos públicos de tu persona. Por supuesto SPD protege tu nombre y edad y los datos del hospital; también tu sexo, a pesar de las evidencias manifiestas.
En cuanto a tu aspecto externo, más te vale no llevar gafas, ser calvo o gordo, porque lo omitirán en nombre de tu autoestima.
Queda la ropa, pero no todas las mañanas tenemos humor para fijarnos en cómo se disfrazan los que viven en nuestra casa. Cuando por fin te echen de menos, probablemente acudirán a la policía y al juzgado. A partir de aquí, el protocolo se desarrollará según el punto 1.
No todo iba a terminar mal. Viernes por la tarde con estupendos planes para el fin de semana. Es la hora de la siesta y te tumbas en el sofá para ver el Tour de Francia. Mientras los ciclistas suben el Tourmalet te duermes. Y sueñas.
Estás de vacaciones en las islas Mauricio, con la sombrilla, las palmeras, la piscina, el mar azul al fondo, el cóctel o el zumo de coco y la temperatura ideal; y la chica de tus sueños en la hamaca de al lado, pegada a la tuya.
Por primera vez en tu vida las cosas se desarrollan siguiendo el guión de tus intereses; vives el momento sin hacerte preguntas, te elevas mientras te sube la tensión y a punto de llegar a tu meta
ring ring ring ring...
A cámara lenta abres primero un ojo; después el otro; te levantas tambaleándote; buscas el aparato con las manos y cuando encuentras la voz dices: "¿sí?".
Un humano o una máquina te darán las buenas tardes, te llamarán por tu nombre completo (incluso si es compuesto) y dos apellidos y te informará de "una oferta muy interesante que no podrá rechazar".
Cuelgas lentamente, clavas los ojos en el teléfono y con cara de gilipollas preguntas al aire: ¿cómo coño han conseguido mis datos soslayar a SPD?
DCCSPD.