Para Mon.
Que por mayo era, por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor,
sino yo, triste, cuitado,
que vivo en esta prisión,
que ni sé cuándo es de día
ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba al albor.
Matómela un ballestero;
dele Dios mal galardón.
Romance del
prisionero
Mi padre resumía las situaciones con refranes y, como hombre bien curtido en el campo y en su vida
mirando al cielo, explicaba de este modo las estaciones. Así, desde bien
pequeños nosotros aprendimos que marzo ventoso, abril aguanoso, sacan a mayo
florido y hermoso. Este año se han cumplido los designios y, con aplastante
lógica la primavera llegó y está pasando como una venganza.
Cuando yo iba a
la escuela, mayo me resultaba odioso: todos los días, con la modorra de la
digestión y los primeros calores, a primera hora de la tarde teníamos que rezar el rosario. Creo que
cualquiera puede imaginar el sopor de una letanía completa dicha o escuchada,
además, en estas circunstancias, santa María, ruega por nosotros; santa Madre
de Dios, ruega por nosotros; santa virgen
de las vírgenes, ruega por nosotros; santo no sé quién, ruega por nosotros, santo
no sé cual, ruega por nosotros.
Así hasta terminar el santoral.
Entonces y allí,
además, el campo era nuestra normalidad y lo que nos daba de comer. Vivíamos
bastante ajenos a sus bellezas.
En la
actualidad soy una privilegiada de los tiempos. Tengo una calle muy tranquila
siempre, ahora habitada por el silencio espeso y expectante por el que todos transitamos,
una casa muy luminosa, y un espacio pequeño pero exterior al que hemos sacado los
silloncitos que podíamos cambiar de lugar en función de la
temperatura, que se nos han mojado más de una vez con los chubascos repentinos,
pero que nos han permitido respirar. La rampa del garaje se quedó pequeña desde
el primer día.
Este
pedacito de terruño, unido a mi evolución personal de conceptos y aprecios y a la
falta de mayores o mejores distracciones, me ha permitido descubrir y disfrutar
este transcurso por la primavera con consciencia:
He seguido las
fases de la luna y visto un diminuto cuarto creciente que le daba la espalda a Marte,
cual pareja peleada.
He visto verdear
a la hiedra, y a la higuera, y al manzano, y al ciruelo; florecer y marchitarse a los
tulipanes y a los lirios. He descubierto a una planta de maceta, ahora salvaje,
renaciendo desde una única hoja tísica y partida que después se murió como explicando
que su trabajo había terminado. He seguido el desarrollo del primer capullo del
rosal amarillo y encontrado después esa primera rosa y las posteriores; hoy he
descubierto otra primera rosa: rosa.
He sentido renacer a una gardenia tísica, y nacer a las abundantes hojas y capullos de los cactus, que
prometen un día espectacular de floración, más espectacular por ser solo uno. He
visto revivir a las cintas, al tronco de Brasil, a los potos, a la alegría, a
las begonias, al coleo, y a la hortensia que consiguió sobrevivir a mis
intentos, mi joya de la corona.
Y a la caída de
la tarde, cuando abro la puerta de la cocina, aún puedo sentir el olor de los
árboles del paraíso florecidos en un espacio estancado.
Sí, la
primavera llegó y está pasando.
Pues sí, un gran regalo esta primavera, que se ha introducido silenciosamente en nuestros confinamientos, segura de que tendríamos tiempo de admirarla. Me encanta leerte después de tanto tiempo. Ojalá respondan también las hortensias, que vienen espectaculares. Besos y gracias!
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