Él arrastraba
los años y la única esperanza del próximo trago.
Ellas
compartían mesa, risas, copas, amigos y noche de verano.
El lugar… cualquier
lugar.
Él gritó un
nombre entre exclamaciones: ¡qué guapa eres!
Después una mirada:
-Tu no.
-Ya lo sé.
Le pidió
perdón.
Aceptó las
excusas recordando otros momentos.
Después pensó
que lo entendía mejor que ninguno de los presentes, pero aquello no cambiaba
nada.
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