18 de
junio de 2015.
Primero he oído una sentencia de muerte.
No, no iba conmigo pero iba con Alguien.
No, no la ha emitido un juez.
Ha sido un médico.
Luego he prestado atención a los detalles.
A la voz agradable pero neutra; al lenguaje cercano pero profesional; al
mensaje práctico y explícito.
Me he sentido intrusa y he cerrado la puerta.
Antes he mirado los rostros de Alguien buscando síntomas de debacle.
No he encontrado nada.
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