domingo, 25 de mayo de 2014

Deberes. Y descomunicación



El profesor dijo que hiciésemos nuestro un espacio escribiendo en él aquello que se nos ocurriera. De esto hace quince días.
Quince días pensando argumentos, valorándolos, dudando y finalmente rechazándolos. Ahora, como siempre, cuando el tiempo se agota, a falta de temas transcendentales, escribiré a mano y en un cuaderno después de mucho tiempo, sobre lo inmediato.
Esta mañana he despertado sabiendo que había soñado muchas cosas diferentes, pero sin poder recordar ninguna y con el estribillo de una canción como ruido de fondo.
Esto me sucede a menudo; es como si la música y las palabras estuviesen esperando mi despertar para hacerse conscientes. A veces es una canción que ni siquiera me gusta, pero que canto una y otra vez por los espacios de mis mañanas.
Y siempre me pregunto si quizás mi cerebro aprovecha sus periodos de desconexión aparente para concentrar mis inquietudes en un verso o en una estrofa.
 “… Aunque a estas alturas
Un último esfuerzo
No valga la pena…”.
Este es el fragmento de hoy, el que me ha escuchado cantar (mal) cualquiera que se haya cruzado conmigo y no fuese sordo.
El tema completo, que he escuchado y he leído después, cuenta una relación que se termina sin remedio; y dice de tequilas que borran nubes que no ocultan soles, de diferencias manifiestas entre pérdidas de control buscadas y encuentros siempre quiméricos con el olvido.
Me he preguntado cuánta energía ahorraríamos si supiésemos saber cuándo “un último esfuerzo no vale la pena”. Ya.
Alguien podría llamar a esta actitud “tirar la toalla”.
Yo me he preguntado cuál de todas mis historias no merece a estas alturas una postrera oportunidad.
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Escribí esta entrada el ocho de mayo.
Con la urgencia del plazo a punto de expirar, la terminaba con una pregunta indirecta a la que en aquel momento no podía contestar.
Ahora he encontrado una respuesta.
No vale la pena un último esfuerzo para demostrar que lo que ellos interpretan, convencidos, como intentos de control, esconde sólo necesidad de conocimiento o confirmación del bienestar de alguien importante para mí.
Y el intento de ser coherente con unas mínimas normas de convivencia y comunicación.

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