Como comentaba
en la entrada anterior de este cuaderno, la función de la tarea que nos habían
encomendado era inventar el perfil de un
personaje. Como también decía, puse empeño en “inventarlo” y me costó
muchísimo trabajo. Pero todos los que se han significado sobre del tema coinciden
en que “Valentina soy yo con 99 años”.
Evidentemente,
no conseguí el objetivo propuesto y, si de un examen se hubiera tratado, creo
que lo hubiera suspendido.
Existe un tipo
de carácter, que de vez en cuando aparece en las películas y los libros, que
personalmente me produce muchísima ternura. Se trata siempre de perdedores (en
un muy amplio sentido de la palabra) que, a pesar de sus fracasos, no vierten en
los demás sus frustraciones. Tampoco son intolerantes como consecuencia; más
bien al contrario, miran las situaciones ajenas con una especie de
condescendencia, como si supieran que la meta final es la misma para todos.
Cuando me
encuentro con este tipo de gente (la última vez se me apareció en el papel de
un viejo alcohólico en la película Agua
para elefantes) siempre tocan mi fibra sensible a través de un profundo
sentimiento de ternura.
Este era el modelo
que habitaba mi mente mientras intentaba dar forma a mi personaje, que al
principio era un hombre, pero acabó por convertirse en mujer.
Tras los
comentarios que me han llegado sobre Valentina, he vuelto a leer la descripción
que sobre ella hice. Y he llegado a la conclusión de que, efectivamente, más allá de algunos gustos y disgustos personales diferentes, tiene rasgos que
se me asemejan.
Y, sí, me
produce ternura; así que bajo este punto de vista conseguí lo que buscaba.
Pero, para variar, la cuestión me ha conducido a caminos
inesperados.
Es seguro que
los discursos de las razones ajenas son diferentes a los míos, y también sus
conclusiones; más la pregunta que me hago es: si mi creación me provoca
ternura y a la vez es tan similar a mí, ¿hasta qué punto se puede establecer
una relación transitiva y deducir que yo, a mi vez, provoco ese sentimiento?
Es una
posibilidad que jamás se me hubiera ocurrido porque creo situarme en
las antípodas, así que expuse mi razonamiento. La respuesta me sorprendió.
Y mi mente evocó la imagen de una minina.
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