“Un día se encuentran el amor y la amistad, y
el amor le pregunta a la amistad:
- ¿Por
qué existes tú?
- La
amistad le responde:
- para
curar las heridas que tú dejaste”.
He encontrado el texto anterior en Internet y, lamentablemente, desconozco el autor.
También
he tropezado, esta vez en el Facebook de María, con la siguiente valoración exhortativa.
“Eres una princesa y las princesas no lloran por nada. Así que cuando tu corazón esté triste, no lo demuestres, sigue adelante; cuando sientas que te caíste no te quedes allí, levántate y sigue, quiérete, valórate, ámate, que tú vales oro, así que cuando te digan "no eres lo que necesito", responde: “¡no, porque soy más de lo que tú buscabas!”
Su
texto terminaba con la sugerencia de que la lectora lo reenviara a diez
princesas, incluyendo la remitente.
Porque
nunca envío correos masivos, porque me parece que sin esa coletilla el mensaje
es más contundente, y porque no creo en la solidaridad basada sólo en la
igualdad de sexo, no lo reenviaré.
En
su lugar, dedicaré esta entrada a todas las damas que se sienten Cenicienta
antes del baile.
Las
que se sienten princesas no lo necesitan.