El Gobierno de esta
noble nación española, cuya presidencia se supone que ostenta (excepto en
celebraciones deportivas y otros actos de figurar, en los que ejerce, de
facto) el señor Rajoy, (me ahorro los títulos que reglamentariamente le
correspondan, porque detesto el protocolo), continua con su habitual verborrea
legislativa de los viernes, vía decreto, Por supuesto, in crescendo.
Deben vernos como niños que, en la noche de Reyes, necesitan cada vez un regalo
más llamativo para seguir sintiéndose impresionados. Y, por supuesto, ellos son
los magos que se sacan de la chistera los elementos necesarios que nos harán
exclamar: ooohhh!
Este país tiene en
2012, según la Wikipedia -que, por otro lado no es una fuente muy fiable- una población
de 47.190.494 habitantes; o, lo que viene a ser lo mismo para el caso,
una población de 47.190.494 vacas. ¿Se imaginan ustedes, Señorías Ciudadanos,
la leche que se puede obtener de tal cantidad de ejemplares productivos, si,
además, se rebajan los gastos de explotación?
Y a ello que se pusieron.
Como las huelgas no les
han permitido ahorrarse en sueldos tanto como pretendían y además rebajan la
productividad, les quitan una paga extra a todos los trabajadores de la
Administración. Pero no, no perderán ese dinero definitivamente; el Gobierno no
puede ser tan arbitrario. Les será restituida en 2015 (año electoral) en un
plan de pensiones que los trabajadores no podrán gestionar, y que los bancos se
encargarán de minorar en la próxima crisis financiera.
Constituía un tremendo
agravio comparativo el que laborales y funcionarios gozaran de días de libre
disposición y el resto no. ¿La solución? Dejarles tres, para que deban seguir
sintiéndose agraciados. Estas dos decisiones, bien mirado, a lo mejor tampoco
les salen tan caras en las elecciones: primero, porque quedan muy lejos;
segundo, por la idea, compartida por un buen número de ciudadanos
biempensantes, de que estos trabajadores son todos una panda de vagos.
Con esto pretenden
ahorrar, según aparece en los diarios, 6.315 millones de euros. Lo que no nos
han contado es que la mayoría de estos días no suponen ningún ahorro porque no
se cubren con otros trabajadores; y que, en los casos en que sí se hace, el
ahorro económico será, en realidad, ahorro de puestos de trabajo.
Como tomar estas
medidas aisladamente crearía malestar y, por otro lado, quedaban aún muchas
vacas productivas; como los bancos necesitan más dinero para seguir invirtiendo
en deudas de países que se hunden –entre ellos, el nuestro-, pero pagan muy
bien mientras lo hacen; como la mala gestión no tiene la culpa de nada y ya no
es posible especular con lo que antes se hacía y, como nos importa poco
jodernos siempre que nos jodamos todos, el resto de sablazos se han repartido
(más o menos) por igual entre todos los españolitos.
Hay situaciones en las
que el elevado número de tacos que el castellano posee se queda corto para
definir una situación o calificar a sus promotores y, además, escritos no
quedan tan bien y pierden expresividad. Así que, estimado ciudadano, aquí van
algunas reflexiones que a lo mejor le sirven.
Revise todos los
electrodomésticos de su casa. Si la televisión tiene una raya que no le gusta,
si el ordenador a usted todavía le sirve pero tiene el sistema operativo MS
Dos, si la lavadora parece que no centrifuga del todo bien, si está pensando en
cambiar el cazo de calentar la leche por un microondas, o la nevera le
despierta a las dos de la mañana cada noche con un ruido infernal, tal vez
necesite cambiarlos. Pero sea rápido en la decisión, porque a partir de
septiembre la broma le costará el dos por ciento más. Y sea selectivo, no vaya
a necesitar un crédito para el cambio de mobiliario.
Lo mismo vale para el
coche. Si el suyo tiene una puerta que no cierra, los frenos chirrían, le
cuesta meter la quinta velocidad y nunca está seguro de que llegará a su
destino cuando se pone en carretera, cámbielo; pero hágalo ya. En caso
contrario, mejor que le haga los apaños necesarios para salir del paso, le pase
la ITV, y continúe viviendo aventuras con su utilitario.
Los alimentos. Coma lo
que coma, sepa que tendrá que pagar un dos por ciento extra por darle a su
cuerpo lo que necesita para seguir sujetándole. Claro que, si se trata de
sobrevivir, siempre podrá comprar más patatas (que cuestan menos, y por tanto
también pagan menos impuestos) y disminuir el consumo de carne y pescado. De delicatesen
como las cerezas a principio de temporada, mejor no hablamos.
En cuanto a la ropa,
más de lo mismo, salvo que nos volvamos todos nudistas. Y me temo que: 1)
muchos no estamos por la labor. 2) no nos dejarían. 3) el clima, salvo en
Canarias, lo hace inviable.
Si usted se dedica a lo
que conocemos como profesional liberal, sepa que hacienda va a hacer caja con
sus dineros, ya que tendrá que adelantarle un seis por ciento más que hasta
ahora. Si después tiene suerte y le devuelven algo será, por supuesto, sin
darle las gracias y sin intereses.
Imagine que decide
encontrarse a sí mismo en un pueblo perdido, pasar una semana tirado en la
arena de la playa o machacarse con caminatas interminables en cualquier parque
natural. En ese caso también deberá apoquinar más: por el transporte, por la
estancia, por las comidas del restaurante (si se lo puede permitir) y por los
cafés que se tome o el agua que se beba.
Mejor que no use gafas,
pero si es su caso, mi consejo es que vaya a su óptica antes del 1 de
septiembre. ¿Qué el oculista le dice que no le ha cambiado la graduación? No
importa. Calcule, más o menos, según su historial, cuanto puede variarle en el
próximo año y encargue unos antejos de previsión. Cuando después no le sirvan,
siempre podrá intentar adaptar sus ojos a las nuevas lentes.
Si en el peor de los
casos, además de la crisis externa (o provocada por ella) tiene usted una
crisis existencial, y decide que necesita hacer algo que parezca que cambiará
su vida, es posible que acuda a lo que siempre fueron sus alternativas.
Le gustan las plantas,
así que decide llenar su casa de flores que le alegren, al menos, la vista.
Desistirá en cuanto llegue a la tienda y el dependiente le informe de que,
gracias a la magnanimidad del Gobierno, usted deberá pagar un trece por ciento
más de lo que pensaba. No se preocupe, para esto existen todavía alternativas;
vaya al campo y coja ramilletes de flores silvestres -mientras todavía sean
gratis-, o róbele los geranios a la vecina.
Aparte de cambiar el
aspecto de su domicilio puede que quiera variar también el propio. Tenga
cuidado y busque un establecimiento familiar; si se le ocurre ir a su peluquero
de siempre, en una conocida cadena de belleza, la broma le saldrá cara, en la
misma proporción que las flores.
Con el cine y el teatro
encontrará el mismo problema; también en cualquier concierto al que decida
asistir o si quiere contratar a un payaso que le alegre la tarde haciéndole
reír. Sepa que todos los “servicios prestados por artista o personas físicas”
han incrementado su valor añadido vía impuesto del 8 al 21%.
Llegados a este punto
mi sugerencia es que, si aún le quedan ganas de darle una alegría al cuerpo,
contrate los servicios de una (o un) trabajadora del sexo. Son personas
físicas, pero no están reguladas y trabajan al margen de la ley. ¡No hay mal
que por bien no venga!.
La otra propuesta
factible que se me ocurre es que usted se vaya de tiendas. Cada vez tendrá
menos dinero, ni ganas de gastarlo, pero sus señorías han decidido que si todos
nos encerramos en casa daremos una impresión de país triste y sin alicientes.
Como esto no es real, ponen a nuestra disposición los parques temáticos
comerciales -todos iguales- los 365 días del año para que, si no podemos comprar, al
menos paseemos.
Anímese porque mientras
pasea no fuma (si es su caso) y hace ejercicio físico, lo que redundará en
ahorro para el sistema sanitario. Bien pensado, todo son ventajas.
Por cierto, un inciso.
Si por una de esas malas jugadas del destino tiene usted que ir al Servicio de
Urgencias del Hospital de Arganda y los médicos deciden que debe pasar una
noche (pongamos por caso) en aquellos aposentos, acuérdese de llevarse la
almohada de casa, (al menos que -como una servidora- pueda dormir sin ella), ya
que allí no se la facilitarán.
En este momento puede
que esté tan asqueado que desee morirse. Ni se le ocurra. Sepa que el
último gasto de su vida, también le saldría un trece por ciento más caro, así
que déjelo para mejor ocasión.
Si aún así continúa en
su empeño, haga algo mejor: Compre un billete de avión para La India y, una vez
allí, pida que lo incineren y tiren sus cenizas al Ganges. Probablemente le
resultará algo más caro, pero conocerá ese país antes de desaparecer y, además,
¿para qué necesitará después el dinero?
Y sobre todo, no
sentirá que le estafan, también, el último suspiro.