Tengo resaca psicológica.
Todo comenzó con la recopilación de viejas canciones de verano. Y, puesto que ya teníamos la música, Consuelito decidió que
teníamos que hacer un guateque como en los viejos tiempos. Después, todo se
complicó.
Empezamos mandando un correo para sondear opiniones; después, organizamos
grupos con los participantes, enumeramos tareas y las asignamos. Cada uno
debería aportar su especialidad gastronómica; las bebidas las compraríamos con
fondo común.
Nuevos correos, y nuevas ideas de la gente que
complicaban el evento. Podría haber sido un problema pero, el altísimo grado
de implicación de todos los participantes, el deseo de cada uno de que el resultado fuese perfecto, las ganas de trabajar, y las ilusiones personales puestas
en el empeño, han quedado patentes en el resultado.
Por fin hoy, tras dos semanas de intenso ajetreo (y alguna más, a menor
ritmo), en las que he disfrutado de un modo que tenía olvidado, llegó el día.
19 de junio de 2012. 14:00 horas.
Primero, sesión de fotos y, al entrar al salón, todo perfecto. El espacio
fantásticamente decorado; la informática (pese a un pequeño susto inicial);
funcionando como debía; las mesas con una presentación maravillosa, adornadas
con flores y plantas naturales; en la pantalla, la Carta de ajuste de la vieja Televisión Española.
Con las imágenes de la gala de Sábado
noche, han aparecido los presentadores (Joaquín Prat y Laura Valenzuela) y
se han ido sucediendo las distintas actuaciones, interrumpidas por sesiones de
anuncios (originales) en blanco y negro, de épocas pretéritas.
En el inicio, una entrevista a la directora; a continuación, el Trío La, La, La
cantando, con Masiel en la pantalla, el tema del mismo nombre; Las Grecas y Te estoy amando locamente, seguido de
una solitaria bailarina que nada debía envidiar a Laura Valenzuela. Por último, un montaje de vídeo con fotos de
distintos periodos de nuestras vidas.
A estas alturas, y para no fenecer, tocaba comer (a beber habíamos empezado
hacía rato). Para finalizar, con las canciones que constituyeron la
excusa inicial, hemos bailado hasta (casi) el agotamiento.
En mi infancia y adolescencia, vivía el año pensando en tres días
determinados; los que duraban las fiestas del pueblo. Tres días completos,
noches incluidas, de libertad absoluta.
Cuando todo había terminado, me recuerdo deseando que el reloj retrocediera hasta la víspera
del quince de agosto; despertando por la mañana, y volviendo a cerrar los ojos. Recuerdo lo largo que parecía un año entonces. Rememoro
la consciencia de que sólo el tiempo conseguiría acostumbrarme a la
normalidad y me alejaría de la añoranza.
Esto es lo que, muchas experiencias después, llamo resaca psicológica.
Estas son las sensaciones que he recuperado hoy.
GRACIAS CHICOS, POR HABERLO HECHO POSIBLE