Gracias, señor
ministro.
Me consta que
esta es una fórmula laudatoria, pero un tanto radical de comenzar cuando
pretendo dirigirme a su persona. No se preocupe, que todo quedará perfectamente
explicado a lo largo de este documento (al menos esa es mi intención).
Pero debo
empezar diciéndole que, de no haber sido por su gallardía (segunda acepción del
Diccionario de la RAE, por si tuviese
a bien comprobarlo) el último hubiese sido, para mi persona, un fin de semana
normal y corriente de sábado y domingo.
El viernes
hubiese ido al teatro. Y eso que para estos menesteres prefiero los sábados por
dos motivos fundamentales: uno es que me gustan los viernes de café. El otro…
bueno, el otro mejor lo dejo para mis adentros.
En la cola me
hubiese reencontrado con la gente después del parón que para ciertas cosas
suponen las Navidades y, tras los besos preceptivos, le hubiese dicho a María:
-
Tenemos
que hablar de Kevin.
Ella se hubiera
reído y me habría contestado
-
Hablaremos, hablaremos…
En el teatro,
hubiera visto Atlas de geografía humana,
basada en una novela de Almudena Grades que, por cierto, estaba presente en el
evento, en una sala de provincias, hecho que no le comento por nada especial,
simplemente para que lo sepa, por si acaso le interesa, ya sabe, como a veces
ustedes necesitan que les votemos y esas cosas, y ponerle cara a las personas
públicas fuera de la televisión nunca viene mal, pues si quieren mantener el
contacto con los ciudadanos, se me ocurre que podría ser una manera como otra
cualquiera.
En fin, que me
estoy enrollando. Continúo.
De la obra, con
planteamientos exclusivamente femeninos, me hubiese agradado el tema; o, por
mejor decir, me hubieran parecido interesantes casi todos los asuntos de los
que trataba, pero no me hubiese gustado el resultado.
La pérdida del
idealismo y la política actual o su ausencia, el paso del tiempo, la cadena
permanente de los hijos, el realismo enfrentado a las esperanzas, el amor
romántico que se esfuma y los sueños de amor romántico, la satisfacción del
sexo y el sexo como recurso inmediato o vía de escape, la marca indeleble de las opiniones maternas
no siempre oportunas, la imprescindible necesidad de asunción del propio cuerpo
para poder continuar con la vida. Todos estos temas habrían sido picoteados por
diálogos que no nos hubieran conducido,
ni a mí ni al texto, hacia ningún lugar.
Sin embargo, el
título sí que me hubiera parecido apropiado, mire usted. Porque un atlas es un
libro que sólo muestra las características superficiales de lo que contiene. Y,
entre usted y yo y para entendernos, convendrá en que no es más que una simple
acumulación de datos sin explicar.
Una vez
finalizada la obra, el fin de semana hubiera seguido con sus hechos habituales
hasta el domingo por la noche.
Pero, gracias a
su generosidad, señor ministro, esta vez la historia terminó de forma
diferente. No se preocupe, que después del rollo que le he soltado, creo que se
merece que me explique. A ello voy.
Como sabe, sus
señorías tuvieron a bien restituirnos a finales de 2013 -vía decreto ley-, uno
de los días de libre disposición que nos habían sustraído para dicho año a
finales de 2012 –vía (otro) decreto ley-.
Debo decirle
que tuve mis más y mis menos con este regalo, y que al principio, hasta cierto
punto, me sentó mal. No por el hecho en sí, sino por la forma en que lo hicieron
público, hablando del día más que tendríamos libre, pero olvidándose de comunicar,
a la vez, los que habíamos tenido de menos.
Ante la duda, lo
dejé en standby.
Pero ocurre,
señor ministro, que el ser humano es débil. Yo al menos lo soy. Y el viernes
por la mañana puse en un platillo de la balanza la posibilidad de regalarle
el día que usted me había regalado, y en el otro las ganas de perder de vista
el trabajo siquiera fuese por unas pocas horas más.
Ante tal
alternativa, me costó poco mandar al cuerno a la coherencia, a la rebeldía y a
la conciencia en el mismo paquete, y decidir que hoy dormiría un rato más.
Aunque al final
le confieso que tampoco ha sido exactamente así, porque he quedado para
desayunar con mi amiga y, verá, desayunar con mis amigas es una cosa que me
encanta por diversos motivos: nunca tenemos prisa, son ocasiones excepcionales
porque habitualmente tenemos incompatibilidad de horarios (de agenda, dirá
usted), comentamos algunas noticias del mundo e intentamos explicarnos a
nosotras mismas.
Hoy, también
hemos hablado de Kevin.
De vuelta a
casa pensaba que el regalo ya había valido la pena. Y también pensaba en usted
y en Benedetti. Él escribió el poema Detrás
está la gente, y yo por el camino pensaba que la gente también está
delante.
Y me preguntaba
si ustedes lo saben. Si los políticos, los poderosos, los que entienden de la
cosa pública son conscientes de, hasta qué punto, las decisiones que toman por
poderosas razones de poder, condicionan las vidas de gentes para las que
constituye un placer genuino desayunar bien acompañado en el bar de la esquina
un lunes laborable.
Por eso al
final he terminado agradeciéndole el regalo de las migajas.
En cuanto a
Kevin, hablaré de él en otro momento.
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