Trump nombra a un
ultraconservador como candidato a vicepresidente en las próximas elecciones
(previsible).
La nueva primera ministra
británica, ganadora del Brexit y
después de él, coloca en los ministerios importantes a los candidatos más
antieuropeos como encargados de la liquidación. Las noticias nos informan de ello y de que su gabinete incluye ocho mujeres (más ella).
En Dallas un individuo (uno más) decide
pasar a la Historia liándose a tiros con los incautos que en un determinado
momento se cruzan con él.
En España, elementos irracionales
se sirven de la valentía cobarde del anonimato (al menos eso creen) para insultar a quien no puede
defenderse y alegrarse de su muerte invocando una causa noble que desacreditan.
La gente se vuelve loca buscando
un muñeco amarillo que ha mandado las acciones de Nintendo a la estratosfera, y
participando en un juego hiperreal de cuyo nivel adictivo la OCU ya ha
advertido.
Un atentado multitudinario en
Bagdag. Dos más en Arabia. Uno que añadir en el aeropuerto de Estambul. Y el
último, sólo de momento me temo, en Niza. Todos con su reguero de muertos, de
heridos, de cuerpos mutilados, de enfermos crónicos de ausencias y de miedos.
Luego, flores, velas, rezos,
palabras y dibujos como pobres expresiones de la impotencia y el absurdo.
Una lee este remix de noticias y piensa en sus hijos que están lejos, pero bien.
Después, de enlace en enlace, tiene
la sensación de que las palabras se quedan en algún lugar de su corteza
cerebral, sin que consiga integrarlas en un todo ni dar sentido a la
información.
Está convencida de que alguien es
viejo cuando no consigue integrar las novedades en sus esquemas mentales
previos, y desde esta perspectiva cree ser Matusalen; pero también opina que se
es joven mientras se conserve la capacidad de sorprenderse, y visto así se
siente niña cual su sobrina.
El problema es que en la
actualidad las sorpresas son tan continuadas que su capacidad de reacción no
está a la altura de las circunstancias, y la poca capacidad de asimilación que
aún pudiera restarle menos todavía.
Intentando encontrar un
equilibrio que le deje a la vez en la realidad del momento y en el momento
cronológico que por edad le corresponde, sigue leyendo hasta encontrar cualquier cosa
que pueda contarle la misma realidad de distinta manera.
Tal le pasó el viernes por la
noche cuando en un vídeo de La Repubblica
se dio de morros con una foto válida por más de mil palabras que le evocó al
instante el dolor, la ternura y la impotencia contenidos en La nieta del señor Linh, por cierto, de autor francés.
Siguió brujeleando y sin tardar
encontró un dibujo-homenaje a dicha imagen, que sin duda hubiese captado mucho
menos su atención si hubiese desconocido el origen de su génesis.
Antes de apagar el ordenador,
leyó sobre un intento de golpe de estado en Turquía y le envió un mensaje a su
hijo. A la mañana siguiente, oyó en la radio que en el puente del Bósforo,
cuando el fracaso de la asonada era una nueva realidad, alguien había gritado
«Alá es grande».
Y pensó que sí.
Alá es grande y Dios
todopoderoso, pero ambos pasan de nuestros asuntos.
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