El Instituto
Italiano de Cultura me había enviado una invitación electrónica para un
concierto en el Círculo de Bellas Artes. En el correo sólo figuraban los
nombres de los organizadores y el lugar, los artistas, completamente ignotos para mí, y el título, Una
historia de mar y de sangre, que desde el inicio me produjo buenas
sensaciones.
Llegamos
pronto, y tras una hora de espera entretenida en amable conversación, accedimos
a la Sala de Columnas donde nos esperaban unas sillas negras de incómoda
apariencia, distribuidas a ambos lados de un pasillo central, con las tres
primeras filas reservadas, y un piano sobre el escenario.
La cita se
inscribía en los actos de conmemoración del septuagésimo aniversario de la
liberación de Auschwitz, y estaba organizada por diversas instituciones europeas
presentes en España. Representantes en nuestro país de la ONU, de los
institutos francés, polaco e italiano, del Centro Sefarad-Israel, y del
Instituto Goethe se encargaron de la presentación. Por fortuna, todos sus discursos
fueron breves, incluso muy breves.
Después,
comenzó el concierto.
Después, Michele
Gaziche y Marco Lamberti nos proporcionaron un tiempo de emociones, y el descubrimiento
de un cantor que recitaba o de un recitador que cantaba, en italiano, añoranzas
de patrias perdidas e historias tristes, con músicas de influencia sefardí en
las que el piano y la guitarra acompañaban a un violín que lloraba, gritaba o acariciaba
en sintonía con los textos, encrespando el vello de los oyentes o provocando la
fuga de alguna lágrima furtiva.
La leche negra del amanecer, se tituló
la última canción del recital. Michele Gaziche nos explico que la frase forma
parte de un poema cuyo autor, Paul Celan, había nacido en Rumanía, escribía en
alemán, y vivía en Francia cuando decidió lanzarse al Sena desde un puente de
París.
La leche negra del amanecer. Sugerente.
Muy sugerentes la realidad imposible de
esas tres palabras y las evocaciones individuales que cada una de ellas esconde.
Después quise
conocer más sobre esa leche que se me había quedado en la memoria. Este es texto
de Michele Gaziche.
En la noche bebemos la leche oscura del amanecer
En la noche bebemos la leche oscura del amanecer
En la noche bebemos la leche oscura del amanecer
En la noche
bebemos la leche oscura del amanecer
Vivir escribir cicatrizar el odio
Vivir escribir cambiar la lengua cambiar la ciudad
Vivir escribir amar amar amar otra vez
Vivir escribir
también si todo alrededor se muere
Vivir escribir nuevos libros para nuevos ojos
Vivir escribir para las orejas aburridas del verdugo
Vivir escribir siento el rumor de las nuevas cadenas
Vivir escribir
también si todo alrededor se muere
Yo no he olvidado a mi padre
Yo no he olvidado a mi madre
Yo no he olvidado la nieve
Yo no he olvidado la sangre
Yo no he olvidado
Yo no he
olvidado…
Pero el río esta noche es un gran corazón negro
Y me acoge
Y me estrecha
Y apaga mi
dolor.
Terminamos la
noche en una cervecería, rodeadas de seguidores atléticos y culés. Ante una
caña de cerveza, oíamos con indiferencia cómo en función de los goles cambiaban
de bando alegrías y penas de manera simétrica.